La soledad de los moribundos
Aquellas imágenes de los camiones militares italianos trasladando féretros que pudimos ver al principio de la pandemia causaron impacto, pero pasajero. Nos hemos olvidado. Ahora nos informan del impresionante número de fallecidos por países, por regiones, por provincias, pero se han convertido en un número. No parecen afectarnos a la vista de la conducta social de muchos, (fiestas semiclandestinas, botellones, conciertos…), de las presiones ejercidas sobre los poderes públicos por sectores económicos (escrache, caceroladas…) e incluso de la manifestación de los destalentados negacionistas. En las sociedades modernas los moribundos se invisibilizan, la muerte es tabú y los muertos desaparecen… «Nunca antes, en toda la historia de la humanidad, se hizo desaparecer a los moribundos de modo tan higiénico de la vista de los vivientes para esconderlos tras las bambalinas de la vida social; jamás anteriormente se transportaron los cadáveres humanos, sin olores y con la perfección técnica desde la habitación mortuoria hasta la tumba» La frase es de Norbert Elias en La soledad de los moribundos (2009. FCE). Las sociedades evolucionan y la muerte cada vez es menos visible. Hay cada vez más funerales sin cadáver. Sabemos que el virus está provocando miles, millones de muertos en el mundo, pero no queremos verlos. Los ignoramos. Sólo un número creciente les representa en los medios de comunicación. Parecen no tener nombres, ni historia, ni familia. Solo los más allegados sufren la pérdida. Un accidente de cientos de fallecidos nos impresiona, pero miles de muertos por la pandemia parece algo inevitable y como si a nosotros ni a los nuestros no nos pudiera afectar. Pues sí, quizás el miedo sea útil. Si los muertos fueran más visibles todos seríamos un poco más responsables. *Profesor de la Universidad de Zaragoza