Quizá sea momento de preguntarnos
Qué hacemos con los clásicos y las Humanidades en la sociedad
Ya lo decía el maestro Javier Krahe. Habrá que hacer otras cosas, qué duda cabe. Y como no todo va a ser follar, quizá sea momento de preguntar a quien corresponda qué hacemos con los clásicos y las Humanidades en el sistema educativo y en la sociedad (la urgencia la plantan en nuestra cara las alumnas de Griego del IES Néstor Almendros, de Tomares, Sevilla). Krahe sabía muy bien qué hacer con los clásicos: estudiarlos, conocerlos, disfrutarlos, utilizarlos, estrujarlos, devolvérnoslos vivitos y coleando. Ulises reloaded.
Y como no todo va a ser follar, quizá sea momento de preguntar a los compañeros poetas, como les preguntaba Silvio Rodríguez con urgencia, «tomando en cuenta los últimos sucesos en la poesía», cómo hacemos para evitar la grima asonante (que es para llorar) y consonante, la cosmétrica de los sentimientos y de los valores poéticos y sociales, la pegajosidad de la secta alucinógena poética adicta y militante de gallinas que pone sus huevos entre la dictadura que cacarea del norte y la dictablanda que cacarea del sur. Para rima consonante yo prefiero la de Rafael de León en Duda: «¿Qué terciopelo negro te amorena/el perfil de tus ojos de buen trigo?/¿Qué azul de vena o mapa te condena/al látigo de miel de mi castigo?» (y que la cante Bambino).
Y como no todo va a ser follar, quizá sea el momento de preguntar por qué la misma sociemuerte dad y el mismo momento histórico ven cómo Disney retira de su catálogo infantil películas como Dumbo, Peter Pan, La dama y el vagabundo, El libro de la selva, Los aristogatos, y, al tiempo, tienen a su disposición un software que permite resucitar a Lola Flores o, pongamos, puede crear un Tinder™ para los calcetines desparejados.
Y como no todo va a ser follar, quizá sea el momento de preguntarse uno mismo cuándo va a comenzar a mirar la vida desde otra preceptiva, cuándo va a dejar de dar pu(n)tada sin hilo, cuándo va a arriesgarse a abandonar el calorcito de llevar siempre encima un abrigo de fieles, cuándo va a firmar de una vez con su nombre y sus dos sarpullidos bien a la vista. Aprendimos del maestro Javier Krahe todas estas cosas. Y a viajar a Canadá, y a ser casi presidente, y a ser cuervo ingenuo para no firmar, y a ser cinturón negro de karaoke, y a toser y cantar, y a dar versos de tornillo. Lo aprendimos pero se nos olvida cuando nos empeñamos en frotarnos con piedra Gómez o en cantar el Gaudeamus igitur de nuestra alma váter. Y es entonces cuando debemos decir que no. Porque no todo va a ser follar.