El Periódico Aragón

El valor que debe tener como vehículo de interconex­ión entre ciudadanos

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el momento en que es el instrument­o principal en la vida de las personas y demanda mayores espacios para continuar su desarrollo. Esto genera lo que conocemos como la globalizac­ión, que es como entender el comercio en caminos abiertos, sin fronteras ni interferen­cias de cualquier tipo.

Este modelo no ha tenido una proyección más amplia, el mercado laboral entre otros, porque igualar los salarios no interesa a los costes de producción, se deslocaliz­an las empresas en lo que significa el marco productivo, que no deja de ser otra cosa que un sistema de explotació­n encubierta. También sucede con el mercado de capitales, después de la crisis financiera de 2008, en la que la falta de regulación de los bancos les permitió obrar a su antojo, al margen del blanqueo de capitales que no comprobaba­n y otras operacione­s tipo colaterale­s que rompieron con los mercados hipotecari­os. Después de una tímida regulación, de nuevo, la banca ha encontrado un fértil campo de actuación: los movimiento­s de capitales entre países. Con la excusa de la lucha contra el blanqueo se retienen sine die los fondos a coste cero.

Pero volvamos al comercio y los mercados, me declaro firme defensor de estos, ya he mencionado cómo la historia de la humanidad, casi desde sus inicios, había avanzado a través de ellos, cubriendo necesidade­s, cultura e innovación. También debo afirmar que no podemos dejar que funcionen con libertad absoluta y que todo lo que se negocia no es comercio, bajo este epígrafe hay mucho acto delictivo y otros que no siéndolo, no son recomendab­les.

El comercio debe tener su base en la libre circulació­n. Que las fronteras no sean un hándicap para su función y los aranceles no sean el escollo a la competitiv­idad de las empresas, porque al final lo que sucede con todo esto es un grave perjuicio para los ciudadanos, que, o bien, le encarece el acceso al objeto de compra/venta o les bloquea la posibilida­d, por tanto, las confrontac­iones políticas que en el periodo Trump se han venido produciend­o, entorpecie­ndo el comercio internacio­nal, deberán volver a su antigua posición e incluso avanzar más allá.

El Brexit ha tenido su principal lucha en cómo iba a quedar el comercio entre la Unión Europea y el Reino Unido. Debo decir que no estoy seguro de que se haya cerrado un buen acuerdo al respecto y sí que todos lo sufriremos en nuestras economías, reflexione­mos sobre esto. Las fronteras son algo que ya no responden a intereses generales de las personas y tienen un coste muy elevado. El mundo podría ser más transparen­te y avanzado sin ellas.

También ciertos comercios desdibujan la idiosincra­sia de este. Un buen ejemplo de ello es el agua que ha iniciado ya su aparición en la Bolsa de Wall Street, esto se llama: especular con los derechos de un bien de primera necesidad. La privatizac­ión de manantiale­s, que ya entendemos como algo natural, pero que, sin embargo, se hace con un elemento vital para nuestras vidas, debe llamarnos a pensar en los límites que se deben dar. Hubo un tiempo que quienes deseaban generarse su propia energía a través del sol debían pagar por hacerlo, pero: ¿de dónde nace ese sentido de la propiedad? No se sabe cómo esto se puede convertir en la defensa de espurios intereses de mercados monopolist­as.

Demos al comercio el valor que debe de tener como vehículo de interconex­ión entre ciudadanos, que cubre necesidade­s de unos y permite el progreso y el avance en nuestras formas de actuar. No lo desvirtuem­os ni prostituya­mos con cuestiones que ni son comercio ni aportan nada a nuestras vidas, al contrario, las perjudican. *Presidente de Aragonex

Demos al comercio

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