Biden pone fin al apoyo a Arabia Saudí en la guerra del Yemen
El presidente estadounidense dice que su país «vuelve a la diplomacia», distanciándose de Trump Promete controlar «el avance del autoritarismo» en Rusia y China sin renunciar al diálogo
La complicidad de Estados Unidos con las atrocidades cometidas por sus aliados en la guerra del Yemen podría acabarse pronto. En su primer discurso sobre política exterior desde que llegó a la Casa Blanca, Joe Biden anunció ayer que su país dejará de apoyar las operaciones ofensivas de Arabia Saudí y Emiratos en el país más pobre del mundo árabe, siete años después del inicio de un conflicto que ha generado la peor catástrofe humanitaria del planeta. La decisión llega días después de que su Administración congelara las ventas de armas a Riad y Abu Dabi pactadas durante el mandato de su predecesor. No son los únicos cambios anunciados por Biden, quien se comprometió a hacer frente al autoritarismo que emana de China y Rusia sin renunciar al diálogo con ambas potencias.
El cambio de postura en el Yemen tiene el respaldo del Congreso, que hace dos años votó para frenar el apoyo del Pentágono a la campaña saudí por los crímenes de guerra cometidos por sus tropas y documentados por las Naciones Unidas, así como por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Desde el inicio de las hostilidades, Washington ha aportado armas, formación e inteligencia a sus aliados y ha participado en operaciones antiterroristas contra Al Qaeda, uno de los actores en la guerra civil yemení. Pero aquella resolución del Congreso nunca llegó a implementarse por decisión de Donald Trump, que mantuvo una estrecha relación con el autócrata saudí Mohamed bin Salmán durante sus años en el poder.
Enviado especial / Ahora el péndulo vuelve a oscilar. Biden anunció el nombramiento de un enviado especial para Yemen, el veterano diplomático Timothy Lenderking, quien tratará de buscar un alto el fuego como primer paso para alcanzar una solución al conflicto en el marco de los esfuerzos de la ONU. «Esta guerra se tiene que acabar y, para subrayar nuestro compromiso, cesará todo nuestro apoyo a la campaña en Yemen», dijo el nuevo presidente durante su discurso en el Departamento de Estado.
Biden subrayó que su prioridad en política exterior pasa por restaurar las relaciones con los socios tradicionales de EEUU y devolver a la diplomacia su protagonismo perdido. En ese sentido, anunció la suspensión de los planes de su predecesor para reducir el número de tropas estadounidenses apostadas en Alemania: «Tenemos que empezar con la diplomacia, arraigada en los más respetados valores democráticos estadounidenses».
La misión es complicada porque, como él mismo reconoció, la credibilidad de EEUU ha quedado muy dañada en los últimos cuatro años de deriva autoritaria y nacionalista. Pero los primeros pasos están dados. Su país se ha reintegrado en el Acuerdo del Clima de París y en la OMS. Y ha recuperado su compromiso para defender los derechos humanos de la comunidad LGBT en el mundo y aumentar significativamente la cuota de refugiados que EEUU aceptará anualmente.
Su apuesta por el multilateralismo y los valores tradicionales de la política exterior estadounidense sirven para enterrar el America, primero del expresidente Trump, pero abre también la puerta a un clima de renovadas tensiones con los grandes rivales geopolíticos de Washington. Especialmente si Biden opta por recuperar el rol de gendarme mundial asumido por su país durante mucho tiempo. «Debemos hacer frente al avance del autoritarismo, particularmente a las ambiciones crecientes de China y el deseo de Rusia de debilitar nuestra democracia», dijo.
El nuevo presidente señaló que no le temblará el pulso a la hora de imponer costes a «las agresiones» de sus rivales, todo un indicio de su disposición a recurrir a las sanciones, extensamente utilizadas por su predecesor. Biden reclamó la «liberación inmediata y sin condiciones» del opositor ruso Alexei Navalny, y exigió a los militares birmanos que cese el golpe de Estado y pongan en libertad a los presos políticos.