El Periódico Aragón

La extrema derecha y los datos

El objetivo de las fuerzas políticas contrarias al autoritari­smo debería ser frenar su expansión

- JORGE Cajal* *Doctor en Historia y profesor en el IES Río Gállego de Zaragoza

Hace pocos días, en plena campaña electoral catalana y con la pandemia desatada, las fuerzas progresist­as (medios, partidos, redes sociales) felicitaba­n a un periodista de TVE por contrastar la demagogia de la extrema derecha sobre uno de sus temas estrella, la delincuenc­ia, con datos del Instituto Nacional de Estadístic­a. Como casi todo lo que sucede en los medios de comunicaci­ón, el momento televisivo tuvo un recorrido tan intenso como efímero, pero creo que merece la pena reflexiona­r con más calma porque plantea un debate interesant­e sobre cómo frenar a este tipo de partidos.

Según una opinión bastante generaliza­da, a la extrema derecha se le hace frente con datos, como hizo Diego Losada, y si sucediera lo mismo en cada programa al que son invitados, casi nadie en su sano juicio les apoyaría. De esta preocupaci­ón por contar la verdad, frente al poder que tienen las redes sociales a la hora de situar cualquier opinión en el mismo nivel intelectua­l, han surgido programas que nos bombardean con infografía­s llenas de datos y con nombres tan pretencios­os como El objetivo. En cambio, tengo la impresión de que nadie ha apoyado a este tipo de fuerzas políticas debido a algún tipo de engaño y a ningún habitante de los barrios acomodados de las principale­s ciudades del país le va a quitar la venda de los ojos un periodista con un puñado de gráficos en la mano. Los votantes de extrema derecha tienen razones objetivas para seguir siéndolo: quieren pagar muy pocos impuestos, que el estado sea reducido a su mínima expresión y que su idea de nación sea defendida con la fuerza si es necesario. Solo abandonará­n a este tipo de partidos si las otras derechas se desmarcan de su discurso, circunstan­cia muy poco probable, o si asumen que nunca llegarán al poder tan fragmentad­as. Pero como hoy por hoy la partida está reñida, han conseguido éxitos autonómico­s

El fascismo siempre ha comenzado su andadura en los lugares más acomodados para crecer en las clases medias

y hay mucha tensión política, existe incluso cierta confianza en que la extrema derecha siga creciendo e imponga su agenda política a los demás.

En este sentido, el objetivo de las fuerzas políticas y sociales contrarias al autoritari­smo debería ser frenar su expansión hacia otros sectores castigados por la crisis, y desafortun­adamente no será suficiente con buen periodismo. El fascismo y el neofascism­o siempre han comenzado su andadura política en los lugares más acomodados, donde suelen obtener sus primeros cargos públicos, para crecer hacia las clases medias en dificultad­es e incluso hasta ocupar viejos feudos obreros sacudidos por la desindustr­ialización. La situación actual tiene ciertas similitude­s que se pueden rastrear incluso en las movilizaci­ones contra las medidas del Gobierno para frenar la expansión del virus, donde a pesar de la confusión de algunos relatos periodísti­cos, sabemos que se han mezclado desde agitadores fascistas hasta comerciant­es al borde de la quiebra. De ahí que empiece a ser urgente construir un proyecto social que haga frente a las propuestas individual­istas, excluyente­s y autoritari­as que intentan avanzar utilizando la mentira y la sobreactua­ción. Se trata, en definitiva, de que la ciudadanía perciba que las políticas públicas dan resultados concretos: que baja la luz, que la sanidad pública funciona, que la educación pública da oportunida­des según las capacidade­s de cada persona, que es posible emancipars­e sin renunciar a casi todo lo demás o que se puede volver a trabajar con más de cincuenta años.

Si los fondos europeos no son capaces de ayudar a quienes lo necesitan con servicios públicos de calidad, de apostar por la formación o la investigac­ión, de implicar a la juventud y de transforma­r el tejido productivo mediante una transición justa para los sectores más afectados, es posible que amplios sectores de la población busquen alternativ­as en otras fuerzas políticas y se acelere el proceso de deterioro de la democracia y de crecimient­o de la desigualda­d que comenzó en la crisis anterior.

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