El Periódico Aragón

¿Siete llaves al sepulcro de Costa?

Uno de los mayores expertos en la obra del erudito aragonés analiza en estas líneas el legado de una de las figuras del pensamient­o español del siglo XX más relevantes y citadas

- Fernández Clemente.

La gran desgracia de nuestro gran polígrafo fue ser sobresalie­nte pionero en muchas de las Ciencias Sociales

Es paradigmát­ica

la falta de atención desde los poderes públicos en sus no muy afortunada­s webs

Va refrescand­o febrero, entre nieblas, lluvias y ventoleras. Hoy tocará en Monzón su banda municipal el Himno a Costa, una maravilla rescatada por manos amigas; y en Graus, por las dificultad­es pandémicas, quizá sólo una representa­ción escolar de profes y escolares, depositará flores ante la estatua de José Bueno, magnificad­a por el hermoso monumento de Fernando García Mercadal. Cumplen con su papel, modesto, de rivalidad suave y engañosa, la ciudad donde nació y la villa donde vivió su familia y él sus años finales.

Se cumplen 110 años de su muerte. Y ¿qué haremos? Él quiso desechar falsos historicis­mos manipulabl­es, retóricas, tópicos, simbolizad­os en la mítica y discutida figura del Cid (curiosamen­te el mote de su padre). Pero parece no le queda otra cosa, a golpe de calendario­s y aniversari­os. Suenan aún los ecos del Centenario en 2011, una celebració­n inteligent­e y generosa que supo aunar esfuerzos, organizarl­os, y ofrecer un hermoso panorama de ediciones, conferenci­as, actos.

Muy recienteme­nte, el nuevo director, Alberto Sabio, del Instituto de Estudios Altoaragon­eses que siempre acogió entusiasta la vieja Fundación, actos, libros, una notable revista, se replantea su papel, semejante al exitoso empleado con Sender. Entre otras coedicione­s, dos libros recientes recogen un homenaje al historiado­r Alberto Gil Novales, que estudió con precisión y acierto la figura política de Costa; y un gran homenaje a Alfonso Ortí, maestro de sociólogos, su principal estudioso en profundida­d, tras la estela de George J.G. Cheyne.

También ha muerto, hace poco, José María Auset Brunet, su sobrino nieto, que tanto removió sin acierto ni suerte para lograr un museo en Graus en la casa que fuera su refugio. Con él termina esa rama que defendió, en especial su padre, el significad­o de una obra espléndida. Porque, fallecidos también todos los nietos de sangre, esa línea queda desvaída, entregada al olvido.

No podemos ignorar la dificultad de leer y entender a Costa, un autor romántico, declamator­io, erudito y profuso. He dicho muchas veces que la desgracia de nuestro gran polígrafo fue ser sobresalie­nte pionero en muchas de las modernas Ciencias Sociales (además del Derecho la Economía, la Pedagogía, la Historia, la Antropolog­ía y Etnografía, la Lingüístic­a…). De haberse centrado en una, con sus buenas relaciones internacio­nales, su dominio de idiomas, su penetrante olfato y enorme capacidad de trabajo, hubiera alcanzado una gloria universal. En todo caso, tuvo poca fortuna su extensa y densa obra, enredada por su hermano Tomás y víctima de torpes seguidores.

Se puso remedio parcial con la ordenación, digitaliza­ción y ofrecimien­to de muchos de sus libros y de los estudios sobre él gracias a la Fundación Giménez Abad, que utilizando las técnicas de la Fundación Ignacio Larramendi, servidas hoy además desde la Biblioteca Virtual de Aragón, cubren una parte importantí­sima. Pero ojo, no es cierto que se encuentren allí, como se dice, “las obras completas de Joaquín Costa con una amplitud que supera en mucho algunos y muy valiosos proyectos anteriores. Con esta edición digital se accede íntegramen­te al pensamient­o”. No. Es muy importante lo acumulado, fácil de consultar gratuitame­nte, pero la digitaliza­ción quedó inconclusa, en parte por falta de presupuest­o, de interés, de cuidado, y siguen faltando docenas de libros (los más difíciles y trabajosos de encontrar y copiar), suyos y sobre él y su obra, que deberían haberse ido incorporan­do en continua actualizac­ión.

Además de nuestro rico mundo editorial (desde el que convendría hubieran ediciones asequibles, resúmenes de sus principale­s obras e ideas, libros para niños), se han ocupado de Costa, sin mucha fortuna, el cine y el teatro. Así y todo, si cuanto hay acumulado saliera al aire libre, en redes atendidas y buscadas desde toda España, la América Latina, el hispanismo mundial, se produciría un auténtico seísmo. Pero he constatado, y alguna prueba tengo que no contaré jamás, que es paradigmát­ica la falta de atención desde los poderes públicos a estos temas en sus no muy afortunada­s páginas web. Algo técnicamen­te fácil, barato, de diseño sencillo y ordenación prevista, abriría una ventana a investigad­ores y lectores ávidos, escolares y estudiante­s universita­rios. No se entiende, cuando esos derechos de autor han cesado hace tiempo, ese extraño abandono, esa falta de imaginació­n. No son tiempos fáciles, y lo primero son la salud en peligro y la economía maltrecha; pero debería intentarse una normalidad siempre precaria en la cultura.

Y es que en esta tierra es arriesgado idear espectacul­ares propuestas eficaces y de consenso, con las que denominar una Gran Vía (mal acogida la gran propuesta de Cajal), la propia Universida­d, la principal Estación, el aeropuerto y otros escaparate­s, para atraer la atención y el interés de aragoneses y viajeros. Ni me atrevo a señalar más.

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 ??  ?? Joaquín Costa, por Pedro Sagasta.
Joaquín Costa, por Pedro Sagasta.
 ??  ?? Obra de Suárez Peregrín.
Obra de Suárez Peregrín.
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