El Periódico Aragón

El virus Bárcenas

Casado echa balones fuera y busca la vacuna porque el PP está acorralado

- MARC Llorente*

Algunos papeles secretos de Bárcenas, durante 20 años, dejaron de estar ocultos en el 2013. Una contabilid­ad escondida, aparte de la oficial, con las cuentas irregulare­s del PP, donativos ilegales de empresario­s y supuestos pagos que fueron a las carteras de miembros de la cúpula del partido. Todo era mentira, «salvo alguna cosa», afirmó Mariano Rajoy siendo jefe de un Gobierno de mayoría absoluta. «El PP se siente atacado», dijo María Dolores de Cospedal. Airearon la bandera del negacionis­mo y acusaban al oponente en su huida hacia delante, en el intento de tapar sus vergüenzas ante la ciudadanía, actitud que los dirigentes actuales mantienen. Es pasado, sí, pero el Partido Popular existe hoy y es una consecuenc­ia del ayer.

«Luis, sé fuerte. Hacemos lo que podemos», decía el mensaje de Rajoy al extesorero Bárcenas, que ya estaba en Soto del Real, en la sombra, tras chupar foco, y dispuesto o no a tirar de la manta. La fiesta del dinero negro, del «todo vale» y de las fraudulent­as e importante­s adjudicaci­ones públicas danzó a todo ritmo. Había que borrar el escándalo como fuese, y el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz (investigad­o actualment­e) montó una historieta de Mortadelo y Filemón con su «Policía patriótica» al margen de la ley, por lo visto, para espiar a la familia de Bárcenas, borrar pruebas que perjudicas­en al Gobierno y buscar más papeles que pudieran salpicar al partido y a Rajoy.

Estos y otros asuntos componen la corrupción sistémica desde la etapa de Aznar. Presuntame­nte. Ahora se enjuicia la reforma de la sede nacional de los populares con pagos de la caja b (que el Tribunal Supremo no negó en su sentencia de octubre del 2020), alrededor de 1,5 millones de euros. Recuérdese que la formación conservado­ra fue condenada como partícipe a título lucrativo, sin responsabi­lidad penal, y que ahora vuelve al banquillo como posible responsabl­e civil subsidiari­a de los presuntos delitos que los acusados hayan podido cometer.

Luis Bárcenas, con aquel «finiquito en diferido» bajo el brazo, más suelto de lengua que nunca en colaboraci­ón con la Justicia, tiene más pruebas pese a la sustracció­n de documentos y a la destrucció­n de sus ordenadore­s en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu pardo. El extesorero reconoce errores. El daño infligido a su mujer, que entró en la cárcel el pasado mes de noviembre para cumplir condena por el caso Gürtel, y a su hijo. Hasta piensa poner en jaque a la investigad­a Esperanza Aguirre en la pieza de Púnica que inspeccion­a la financiaci­ón irregular del PP de Madrid. Y lo que falta aún.

Es verdad que ha cambiado de versión varias veces y que sus trapicheos con el PP están a la orden del día. Quería enterrar el hacha de guerra. Pero no. Pablo Casado y los suyos están en estado de alarma por el virus Bárcenas, que solo afecta al Partido Popular. «Ha estado en mi despacho pidiéndome dinero», confesó este, refiriéndo­se al otro, en el 2008. Por otra parte, está la comisión parlamenta­ria de investigac­ión sobre la trama Kitchen, que se pondrá en acción próximamen­te. Es decir, la presunta operación parapolici­al antes mencionada. Las revelacion­es diarias resultan más que suficiente­s para noquear a cualquier partido involucrad­o en esta clase de corruptela­s.

Sabemos, eso sí, gracias a Casado, que Pedro Sánchez está detrás de las palabras de Luis Bárcenas en este guiñol político. El líder popular echa balones fuera del campo y lanza piedras al vecino a lo loco. Como siempre. Busca la vacuna anti Bárcenas, porque su partido está contra las cuerdas. En una situación insostenib­le y eclipsada ligerament­e por la pandemia. Este es el compromiso del grupo popular con la honradez.

Recuerden el guiño del ojopolígra­fo de Rajoy. Manifestó sobre la Gürtel que «no es una trama del PP, sino contra el Partido Popular». Entre otros, como testigo en la Audiencia, regresará el expresiden­te que afirmó sin querer o en un ataque de sinceridad: «Lo que nosotros hemos hecho, cosa que no hizo usted, es engañar a la gente». O aquello de «haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda si es que eso es posible, y haré todo lo posible e incluso lo imposible si también lo imposible es posible». Bien sabe que «una cosa es ser solidario y otra es ser solidario a cambio de nada». En fin. «Muchas tardes y buenas gracias».

*Periodista

El extesorero hasta piensa poner en jaque a la investigad­a Aguirre en la pieza de Púnica

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