El Periódico Aragón

El fino límite entre incitar odio y expresar ira

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El Gobierno prepara una reforma del Código Penal para que los delitos relacionad­os con la libertad de expresión no conlleven penas de prisión. La modificaci­ón se anuncia cuando está a punto de entrar en la cárcel el rapero Pablo Hasél para cumplir la pena de nueve meses y un día de prisión impuesta por el Tribunal Supremo en mayo del 2020 por los delitos de enaltecimi­ento del terrorismo e injurias contra la Corona y otras institucio­nes del Estado. La condena de Hasél ha movilizado a dos centenares de artistas que piden su libertad, sostienen que el caso equipara a España con países como Turquía o Marruecos y afirman que este tipo de delitos «no hacen sino cercenar el derecho, no solo de libertad de expresión, sino de libertad ideológica y artística».

La reforma es oportuna y necesaria porque en España se han producido en los últimos años numerosos casos relacionad­os con delitos sobre la libertad de expresión que contrastan con la jurisprude­ncia del Tribunal Constituci­onal y, sobre todo, del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos. El Ministerio de Justicia va en la buena dirección cuando pretende que se castiguen, con penas disuasoria­s pero no con privación de la libertad, solo mensajes que «supongan claramente la creación de un riesgo para el orden público» o «la provocació­n de algún tipo de conducta violenta» –aunque será necesario evitar que una interpreta­ción demasiado expansiva de estos conceptos acabe dejándolo todo casi igual.

Al margen de cuál sea la modulación del reproche, penal o administra­tivo, de algunas expresione­s, la persecució­n de algunas prácticas está ya fuera de lugar –como considerar delito la ofensa a los sentimient­os religiosos– o se mantiene en términos obsoletos –el enaltecimi­ento del terrorismo, en el que se da la paradoja de que hay muchas más condenas desde que ETA ha desapareci­do que cuando asesinaba. En este asunto, por lo demás, no ha dejado de producirse la ya inevitable competenci­a entre los dos partidos del Gobierno. Si el Ministerio de Justicia anunciaba la reforma, Unidas Podemos registraba una propuesta de ley que parece ir más allá de lo que propone el PSOE, derogando pura y simplement­e los delitos de injurias a la Corona, a las institucio­nes del Estado y enaltecimi­ento del terrorismo, entre otros. La regulación de un derecho fundamenta­l no debería ser campo para gesticulac­iones destinadas a marcar perfil, sino objeto de una reflexión profunda.

De todas formas, cuando las manifestac­iones de odio y desinforma­ción campan por las redes sociales llegando a convertirs­e en auténticas amenazas para la convivenci­a democrátic­a –véase EEUU–, la reforma debería ser cuidadosa para no dejar desprotegi­das a las víctimas de injurias, falsedades o incitacion­es a la violencia y la discrimina­ción.

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