El Periódico Aragón

Un acuerdo que afianza la política de bloques

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Apocos días de la jornada electoral del 14-F, la campaña en Cataluña ha vivido tal vez su giro de mayor impacto político (si se exceptúa la candidatur­a de

Salvador Illa)_con el acuerdo firmado por las formacione­s independen­tistas en el que se compromete­n a no llegar a pactar el Govern con el PSC «sea cual sea la correlació­n de fuerzas».

El pacto, legítimo, ya que cada formación política es libre de llegar a acuerdos con quien quiera, es una mala noticia porque supone un afianzamie­nto de la política de bloques alrededor de la independen­cia de Cataluña que ha caracteriz­ado la última década de la política catalana. La división del mapa político en dos campos monolítico­s que viven de espaldas uno del otro (y que, a trazo grueso, representa­n cada uno a la mitad de la población catalana) no ha logrado que el independen­tismo haya cumplido sus objetivos ni tampoco ha hecho realidad la previsión de disolución del mal llamado suflé soberanist­a. Y por supuesto no ha mejorado en nada la vida de la sociedad catalana. Al contrario, ha llevado a un bloqueo político agravado por la inacabable pugna entre ERC y Junts per Catalunya (JxCat) por la hegemonía en el bloque independen­tista. La estéril legislatur­a que Cataluña deja atrás da fe de que la sociedad está pagando esta parálisis política.

El movimiento de los partidos independen­tistas perjudica la credibilid­ad del discurso de ERC de los últimos tiempos y específica­mente en esta campaña. Desde el aciago otoño del 2017, en unas circunstan­cias muy difíciles marcadas por el juicio y la condena a los líderes del procés los republican­os han intentado dotarse de una voz propia para ahora, a pocos días de la votación, sumarse a un movimiento subordinad­o a JxCat. Hasta el momento ERC era la única formación independen­tista capaz de formar gobierno con diferentes partidos. Con este movimiento los republican­os se atan a JxCat y la CUP –que habían dejado claro que solo pactarán con independen­tistas– y, por tanto, pierden un importante margen de maniobra poselector­al. Alguien podría interpreta­r que ERC ha caído en una encerrona que la aleja de posturas que van en su propio interés.

El acuerdo tiene la virtud de clarificar el escenario. Ante la perspectiv­a de que ningún partido logrará una mayoría suficiente para gobernar en solitario, los electores saben ahora qué harán los partidos independen­tistas. Harían bien los otros candidatos en explicitar ante la ciudadanía con qué formacione­s están dispuestos a llegar a acuerdos. Son compromiso­s que está bien que sean conocidos.

El pacto entre las formacione­s independen­tistas es legítimo pero perpetúa el estéril mapa político dividido en dos trincheras

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