El Periódico Aragón

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La situación generada por la pandemia ha servido a la extrema derecha portuguesa para estigmatiz­ar al grupo acusándole de saltarse las normas

- LUCAS FONT LISBOA

En el ventanal de la asociación Techari hay colgadas tres banderas que apenas permiten ver desde la calle lo que hay en el interior: la portuguesa, la de las Naciones Unidas y la gitana. «Yo fui de los primeros en traer nuestra bandera a Portugal», dice con orgullo José Fernandes, el presidente de la asociación y destacado miembro de la comunidad gitana en el municipio de Loures, a las afueras de Lisboa. En esta misma localidad de clase trabajador­a, el actual líder del partido ultraderec­hista Chega, André Ventura, fue concejal entre el 2017 y el 2018. El arma electoral que usó entonces fue la misma que ahora: el discurso beligerant­e contra la comunidad gitana, a la que acusa de vivir a costa del resto de portuguese­s.

En el interior del local el mobiliario es austero. Es aquí donde Fernandes trata de combatir la discrimina­ción histórica que sufre su comunidad y que, ahora, corre el peligro de expandirse. «Ventura nos acusa de vivir de los subsidios y de no querer trabajar, pero lo cierto es que no nos dan la oportunida­d. Es muy difícil para un gitano obtener un empleo», lamenta Fernandes, quien asegura que el estigma obliga a muchas personas a ocultar su origen para acceder a trabajos cualificad­os.

La elevada tasa de desempleo entre la población gitana, sin embargo, puede llevar a engaño, según la socióloga Manuela Mendes, investigad­ora del Instituto Universita­rio de Lisboa y coautora del último estudio nacional sobre los gitanos en Portugal. «En nuestro estudio comprobamo­s que un porcentaje importante de personas gitanas trabajan por cuenta propia y muchas veces fuera del mercado formal», asegura Mendes para desmentir las acusacione­s del líder de ultraderec­ha. En cuanto al acceso a subvencion­es, los últimos datos muestran que menos de un 6% de los beneficiar­ios de la Renta Social de Inserción (RSI) son de etnia gitana.

Discrimina­ción y acoso

A pesar de los datos, Ventura insiste en el uso del concepto subsidiode­pendencia y en la señalizaci­ón de los gitanos como una comunidad que evita la «integració­n de forma deliberada». En agosto del 2020, el líder ultra fue multado (( por escribir en una red social que «el 90% de los gitanos viven de otras cosas que no son su propio trabajo», algo que la Comisión determinó como un acto de «discrimina­ción y acoso por origen étnico». planta de Isfahan. Irán no tiene ningún uso creíble para fines civiles de ese metal de uranio. La producción de este material tiene, potencialm­ente, implicacio­nes militares graves», ha dicho el jefe de la Agencia Internacio­nal de Energía Atómica de la ONU, Rafael Grossi.

Aunque el metal de uranio puede ser, en teoría, usado para generar energía eléctrica, su uso quedó absolutame­nte restringid­o en el acuerdo nuclear del 2015, ya que este componente es esencial para la construcci­ón de la bomba nuclear. Irán tenía terminante­mente prohibido producirlo.

Pero el acuerdo, firmado además de por Irán y EEUU, por Francia, Gran Bretaña, Alemania, Rusia y China –con la UE de mediadora– empezó a morir en el 2018, cuando el presidente de EEUU, Donald Trump, decidió retirarse del acuerdo. El pacto se rompió en el 2019 cuando Teherán superó el límite de enriquecim­iento de uranio en un 3,67%.

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Ultraderec­hista.
Andre Ventura Ultraderec­hista.

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