Dos décadas y sigue a oscuras
Daniel Gallardo Marín Garrapinillos (Zaragoza)
Somos miles de personas las que transitamos por la Z-40. Autovía de circunvalación para descongestión del tráfico de la ciudad y sirve de enlace con las carreteras N-II, N332 y N-330, con desvíos a barrios del sur de la ciudad, pero también al mayor centro logístico del sur de Europa (Plaza), aeropuerto, Feria de Muestras y el centro comercial mayor del país.
Nuestra ciudad es el paradigma de infraestructuras incompletas, sin uso o de proyectos «dormidos en el sueño de los justos». Camino de dos décadas desde su inauguración, la ronda zaragozana sigue a oscuras. Inversión multimillonaria de un recorrido de 10 kilómetros y 300 farolas, supuestamente colocadas para conseguir una mejora en las condiciones de seguridad del tráfico rodado.
Digo supuestamente, porque entiendo que el objetivo de colocar unos postes de luz en ese vial, más que por estética, su utilidad debería de ser dar la visibilidad y una mayor seguridad a todo el tráfico que circula en tan importante vía, cuando el día cae al llegar la noche y en los días de niebla. Quienes diseñaron el proyecto en el tema de eléctrico, parece ser que solo las farolas formaban parte de él, obviando la acometida y del centro de transformación, elementos imprescindibles para que la corriente llegue a ellas y así cumplir su cometido. De retomarse los trabajos, algo que hoy parece lejano, después de tantos años de espera, es posible que hubiera que renovarlas al haber quedado obsoletas. Llegado el caso me temo que seguiríamos nuevamente a dos velas. Durante estos años, han ido pasando diferentes gobiernos municipales y autonómicos.
También unos cuantos directores generales y subdirectores de carreteras. En resumen, utilizando la expresión muy nuestra «el uno por el otro y el otro por el uno y la casa sin barrer».