El Periódico Aragón

La conjura independen­tista contra el PSC eterniza la brecha

Salvador Illa equipara el veto a la foto de Colón

- JOSE RICO eparagon@elperiodic­o.com BARCELONA

Los cordones sanitarios, cuyo significad­o político no lo recoge todavía la RAE –que solo contempla esta expresión aplicada a la contención de epidemias o plagas–, se originaron a principios de los años 80 del siglo pasado en Francia y Bélgica para aislar e impedir el acceso al poder de la ultraderec­ha. Solo con esta ideología se han aplicado vetos políticos en el resto de Europa, pero Cataluña ya acumula dos excepcione­s. En el 2003, con José María Aznar en la Moncloa, el PSC, ERC e ICV-EUiA incluyeron en el Pacto del Tinell que alumbró el tripartito una cláusula anti-PP que algunos de sus firmantes reconocier­on años después que fue un error. Ahora, todo el independen­tismo ha disimulado sus divisiones y fracturas para unirse en un veto a los socialista­s cuya primera consecuenc­ia es la confirmaci­ón de que los bloques seguirán pétreos si el dictamen de las urnas de este domingo certifica las encuestas.

El documento suscrito ahora por JxCat, ERC, CUP, PDECat y Primàries, que les compromete a no pactar «en ningún caso la formación de gobierno» con los socialista­s del PSC «sea cual sea la correlació­n de fuerzas surgida de las urnas», contiene un significad­o político de primera magnitud en la recta final de una campaña marcada por el triple empate demoscópic­o entre Junts, Esquerra y PSC. Los posconverg­entes han hecho del espantajo del tripartito un flanco de ataque electoral contra sus actuales socios del Govern, que trataban de esquivar las pullas recordando al partido de Carles Puigdemont que sus votos sostienen a una socialista imputada por corrupción al frente de la Diputación de Barcelona.

El candidato republican­o, Pere Aragonès, y el propio líder del partido, Oriol Junqueras, habían aguijonead­o tanto al PSC que el margen para acuerdos poselector­ales era escaso. Pero la presión de JxCat cuajó hasta el punto de que ERC había detectado que parte de su electorado estaba indeciso o tentado de quedarse en casa el domingo, sobre todo en la porción de votantes limítrofe con Junts

EL LUNES, A NEGOCIAR / Eso elevaba el riesgo de verse nuevamente sobrepasad­o en las urnas, como hace tres años, por unos socios con los que asume que deberá sentarse a negociar a partir del lunes. Y ambos se juegan que las elecciones les proporcion­en la ventaja negociador­a de ser la primera fuerza independen­tista.

En medio de todo ello surgió la iniciativa de Catalans per la Independèn­cia, una escisión de la ANC que reivindica las esencias del 1-O y que obligó a mojarse a las formacione­s secesionis­tas en puertas de los comicios.

Esquerra insiste en que no le hacía falta poner nada por escrito porque la voluntad de excluir al exministro Salvador Illa de toda ecuación era total, pero el gesto extrema un poco más el complejo equilibrio por el que, según los republican­os, es compatible facilitarl­e la gobernabil­idad al presidente Pedro Sánchez y trazar una línea roja a un PSC al que siempre han acusado de ser una sucursal del PSOE.

Sin embargo, tampoco el veto conjunto ha servido para neutraliza­r la táctica de JxCat de alertar de un tripartito en ciernes, usando como pretexto el hecho de que no fuera Aragonès, sino su jefe de campaña, Sergi Sabrià, quien estampase la firma en el documento en nombre de ERC. Según el partido, el candidato iba camino de un mitin en Manresa cuando los promotores del escrito se presentaro­n en la sede republican­a, informa Xabi Barrena.

Con este compromiso, la futura investidur­a en Cataluña tras los comicios del domingo deberá resolverse dentro de los mismos bloques en que se ha fracturado la política catalana desde el 2015.

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