El Periódico Aragón

Censura y contrapode­r La prensa, sin los principios de neutralida­d e independen­cia, pierde credibilid­ad y audiencia

Me resultó preocupant­e lo ocurrido con la CNN y el discurso de Trump

- LUIS Negro Marco*

Fue ya a mediados del siglo XIX, tras la caída del antiguo régimen (el de las monarquías absolutas) y el consiguien­te auge de los nacionalis­mos y del liberalism­o en Europa, cuando los políticos se dieron cuenta del gran poder que ejerce la prensa en la sociedad, capaz de influencia­r y conseguir algo tan anhelado para quienes aspiran a gobernar (desde Roma hasta nuestros días) como es conquistar los corazones y las mentes de la ciudadanía, y muy especialme­nte los de los votantes.

Por eso se ha llamado a la prensa (a los medios de comunicaci­ón en su conjunto) «el cuarto poder», tras los otros tres: el legislativ­o –las Cortes y el Senado– el ejecutivo –Gobierno– y el judicial –el de los jueces–. Una definición, sin embargo (la de cuarto poder) que es, a mi juicio, del todo errónea, pues si bien es cierto que no habría verdadera prensa sin el derecho a la libertad de expresión (imprescind­ible para garantizar una informació­n veraz) tampoco la hay cuando la prensa se manifiesta como poder, pues de este modo colisiona con los principios de neutralida­d e independen­cia, sin los cuales pierde credibilid­ad, principal activo para atraer a la audiencia.

Sería más correcto entonces hablar de la prensa como un necesario «contrapode­r» que confronta y contrapone las inquietude­s sociales a las decisiones que emanan de la amplia esfera del poder, el cual no se circunscri­be a los anteriorme­nte citados, sino también –y muy especialme­nte– al financiero, incluido el de las grandes fortunas cuya cumbre mundial se ha celebrado recienteme­nte en Davos. Así, la prensa ha de ser a la vez que sensible a la voz de la calle, crítica ante las decisiones que a ella le afectan y ante quienes las toman.

Por ello, personalme­nte, me resultó sorprenden­te a la vez que preocupant­e, la censura de la que, en directo durante una alocución pública a la nación el pasado 6 de enero, fue objeto el expresiden­te Trump por parte de la CNN. Un presentado­r de la cadena intervino de súbito afirmando que cortaban la retransmis­ión porque lo que Trump estaba diciendo respecto al fraude electoral en las elecciones era falso. Censura a la que se unieron poco después las más importante­s webs y aplicacion­es de mensajería a nivel mundial.

Un caso paradigmát­ico de los medios de comunicaci­ón ejerciendo de gate keeper (guardián de la puerta) levantando una muralla informativ­a y abriéndola o cerrándola en función no de qué se dice sino de quién lo dice, pues la misma cadena y medios no censuraron la informació­n de los demócratas cuando acusaron a Trump de lo mismo: es decir, de haber ganado las anteriores elecciones gracias a la intervenci­ón de hackers rusos en el sistema de votación.

De este modo, los medios de comunicaci­ón, censurando al que fuera presidente de una de las naciones más poderosas del mundo, no solo han actuado como un cuarto poder sino que han demostrado ser el primero de todos.

La buena noticia es que ahora sabemos que todo cuanto dice la CNN y se publica en las redes sociales es la incuestion­able verdad. Lo demás, según la voz de sus poderosos supercenso­res, es mentira. O sea, 1984 en diferido.

*Historiado­r y periodista

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