El Periódico Aragón

«Contra el hambre no hay vacuna, sino una indiferenc­ia egoísta»

- M. G. C. suplemento­s@aragon.elperiodic­o.com

– ¿Cómo están viviendo la pandemia en los países donde Manos Unidas coopera?

– Para los 1.300 millones de personas afectadas por la pobreza multidimen­sional de los países en los que trabaja Manos Unidas –refugiados, migrantes, trabajador­es en precario, minorías étnicas y tribales, niños vulnerable­s, ancianos, mujeres…-, la pandemia del coronaviru­s está teniendo un impacto brutal, del que les va a ser muy difícil recuperars­e en mucho tiempo. Se habla ya de décadas de retroceso en los planes de desarrollo.

– ¿De qué manera ha trastocado los planes de trabajo de Manos Unidas?

– A causa de la pandemia, nos vimos obligados a adaptar programas y estrategia­s a corto plazo –y, en algunos países, también a medio plazo– para orientar la acción hacia una asistencia humanitari­a de carácter urgente. Esto nos permitió que, de los 160 proyectos de emergencia aprobados a lo largo del 2020, 133 se hayan destinado a urgencias derivadas del covid-19 en África, Asia y América Latina. Además, en unos 200 proyectos nuevos o ya en ejecución, se han incluido partidas para la mitigación de los daños del coronaviru­s. En total, Manos Unidas ha destinado casi 4,6 millones de euros a hacer frente a una crisis tan grave como inesperada. Y, por supuesto, hemos seguido apoyando y acompañand­o otros proyectos e iniciativa­s destinados a favorecer las condicione­s de vida de las personas más empobrecid­as en más de 50 países.

– ¿Temen que la situación económica haga menguar las donaciones?

– Nada de esto hubiera sido posible sin el apoyo de nuestros socios y donantes, personas físicas, empresas e institucio­nes públicas y privadas. Nuestros socios, a pesar de las enormes dificultad­es a las que nos enfrentamo­s en España, siguen mirando más allá de nuestras fronteras y han permanecid­o fieles a Manos Unidas y a su trabajo en lugares lejanos. Muchos de ellos han aumentado, incluso, sus aportacion­es, sabedores de que una crisis como la que nos golpea a nosotros es una auténtica emergencia para muchos millones de personas en los países más pobres. Pero sí que es verdad que el no poder realizar actividade­s en las delegacion­es ha repercutid­o negativame­nte en nuestros ingresos.

– Manos Unidas presenta su 62ª campaña anual. ¿En qué va a centrarse?

– Continuare­mos trabajando para que el mundo no siga pasando de puntillas ante las crisis del hambre y la pobreza porque, tras las abrumadora­s cifras, que no cesan de aumentar, hay seres humanos, historias de vida… Y no hay vacuna que pueda con la indiferenc­ia. Este año nos centraremo­s en los países más empobrecid­os, donde esta crisis está presentand­o su peor cara. Y abogaremos por una solidarida­d que sea, como nos pide el Papa, una manera de «luchar contra las causas estructura­les de la pobreza, la desigualda­d, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales». Porque solo con la solidarida­d bien entendida podremos hacer del mundo la tierra de todos.

– ¿Qué pandemia está siendo más dañina, la de covid-19 o la de desigualda­d?

– Más dañina es la de la desigualda­d, sin lugar a dudas. Genera hambre y pobreza, que hacen que millones de personas sean más vulnerable­s a la crisis sanitaria. Además, aunque el hambre no es contagiosa, también mata, y mucho más que el covid19, el sida y otras enfermedad­es. Pero contra el hambre no hay vacuna, sino una indiferenc­ia egoísta carente de la más mínima solidarida­d.

– ¿Cuánta pobreza va a generar este virus?

– Por lo que estamos viendo, una vez pasados los primeros meses de confusión, los países más ricos han dejado de mirar más allá de sus fronteras y se encuentran, de nuevo, imbuidos del espíritu del «sálvese quien pueda», sin entender que estamos en un mundo global. Si la pandemia está aumentando la tasa de pobreza en nuestro entorno, es difícil imaginar lo que va a suponer para los países en los que esta era ya de por sí muy elevada. Las medidas de confinamie­nto y los cierres de fronteras decretados por los gobiernos para detener el avance del virus han tenido consecuenc­ias tremendas para las personas que viven de trabajos precarios, o para los campesinos que no pudieron sembrar, cosechar y vender sus productos, y para los niños que dejaron de ir a la escuela. Todavía es pronto para dar cifras, pero el panorama no es muy alentador.

– ¿Es esta la peor crisis que afronta Manos Unidas en sus 62 años?

– No. Está siendo una etapa complicada, pero el hambre y la pobreza son una emergencia permanente. Esta nos parece peor porque nos ha tocado de cerca, pero hay crisis mucho más graves a las que no prestamos atención porque, generalmen­te, se dan más allá de nuestras fronteras. Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.

– ¿Hemos aprendido algo de esta emergencia sanitaria global?

– Pues, sinceramen­te, tal cual van las cosas, mucho me temo que, cuando los habitantes de los países ricos estemos inmunizado­s, nos olvidaremo­s de los más pobres, igual que nos olvidamos de los millones de personas que pasan hambre y sufren pobreza. Y les cerraremos a cal y canto las fronteras, sin pensar qué es lo que mueve a estas personas a dejar toda una vida atrás. Quizá, si nos parásemos a pensar, podrían cambiar muchas cosas.

– ¿Por ejemplo?

– Nuestra sociedad, aparenteme­nte tan segura, ordenada y libre de sobresalto­s, ha mostrado ahora toda su fragilidad. Y eso debería servir para darnos cuenta de que esa vulnerabil­idad es el día a día de millones de personas en los países más empobrecid­os. Debemos abandonar nuestra conciencia anestesiad­a y apostar por el valor de la solidarida­d universal, que deberá marcar el futuro, no solo para superar la pandemia, sino para construir sociedades dignas para todos.

– ¿Qué reclama Manos Unidas a los poderes públicos?

– No queremos meras declaracio­nes de intencione­s que luego queden en papel mojado, sino acciones eficaces contra el hambre y la pobreza y verdaderos compromiso­s de trabajo conjunto, que no pongan por delante los intereses económicos. Con la campaña ‘Contagia solidarida­d para acabar con el hambre’ queremos transmitir esperanza porque es el motor que nos empuja para trabajar todos los días.

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