El Periódico Aragón

Hasél, nazis y manadas

O estamos por la censura discrecion­al o estamos por la libertad de expresión

- JUAN Soto Ivars*

Mientras el rapero Pablo Hasél se atrinchera­ba en la Universida­d de Lérida, se difundía el vídeo de una manifestac­ión neonazi en Madrid. A Hasél lo han sacado a rastras para llevarlo al trullo condenado por injurias a la corona y enaltecimi­ento de un terrorismo que ya no existe. Parecido destino le espera, si aplican el artículo 510 del Código Penal con tanto rigor como el 578, a otra nostálgica de monstruos extintos: la neonazi de Madrid. Ataviada con camisa azul que la chacha bordó en rojo ayer, exclamaba campanuda que el judío es «el culpable» y «nuestro enemigo». «¡He aquí a la verdadera feminazi!», gritó alguien.

No es lo mismo llamar ladrones a reyes, o hijos de puta a políticos, o cagarse en la Policía que difamar a los judíos u otro grupo étnico que pase por allí. Tampoco es igual hacer canciones o poner tuits que pronunciar arengas en aquelarres neonazis, pero yo me pregunto si el motivo por el que tanta gente defiende la libertad de Hasél y exige que a la neonazi la empapelen es este. ¿Ahora no es un atenuante el radicalism­o de juventud? Y si el atenuante no es este, sino decir tus bestialida­des cantando, ¿quién defendió al grupo de rock neonazi Batallón de castigo, también empapelado «por cantar» cosas como Sieg Heil?

El debate sobre la libertad de expresión habrá de conducirno­s a callejones sin salida o lo estaremos planteando mal. A mí, por ejemplo, no me han invitado a firmar el manifiesto a favor de Hasél porque tengo fama de facha para quienes los hacen circular, pero lo hubiera firmado y que conste en acta. Sin embargo, me pregunto dónde se esconden esos defensores de una libertad artística ante otro atropello reciente: la condena al colectivo Homo Velamine por la web satírica del Tour de la manada. El Tribunal Supremo les ha impuesto una multa desorbitad­a y pena de cárcel, y no he visto a nadie rasgarse las vestiduras.

O estamos por la censura discrecion­al o estamos por la libertad de expresión. Sin incomodida­d, por cierto, difícilmen­te podremos hablar de lo segundo.

*Escritor y periodista

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