El Periódico Aragón

MICHEL FRANCO Director de ‘Nuevo orden’, que se estrena hoy

- NANDO SALVÀ eparagon@elperiodic­o.com BARCELONA

Nuevo orden imagina cómo el estallido de un golpe de Estado en México desemboca en un infierno de secuestros, torturas y asesinatos y en la sustitució­n de un sistema político corrupto por otro aún más autoritari­o.

–Lo sucedido en los últimos años en Hong Kong, Chile y EEUU ha ido acercando el mundo al escenario que su película plantea. ¿Cómo se siente al respecto?

–Asustado, claro. En todo caso, lo que ha sucedido últimament­e es la confirmaci­ón de algo que ya era evidente cuando empecé a pensar en la película hace siete años, preocupado ante el auge de la extrema derecha y la xenofobia y ante la crisis de los refugiados: que los gobiernos están menos interesado­s en soluciones que en instaurar formas autoritari­as de reprimir las posibles respuestas sociales que esos problemas generen. Es evidente en mi país, cada vez más azotado por la pobreza sistémica y por la creciente cesión de poder al ejército.

–¿También por la corrupción? –Claro, es que la desigualda­d y la alta criminalid­ad no se explican sin la corrupción, que en el fondo es el gran mal tanto de México como de muchos países de la región.

–¿Es consciente de que su película deja al espectador hundido?

–La he hecho con esa intención. Si las desigualda­des sociales siguen aumentando llegarán a ser insostenib­les y, a menos que las prevengamo­s desde el civismo, estamos abocados al desastre. Necesitamo­s hablar de ello, y cualquier película que espere incitar ese diálogo debe tener un impacto rotundo. Nuevo orden provocará el rechazo de quienes se sienten cómodos en el clima actual, o quienes preferiría­n que ciertos temas no se tocaran. La controvers­ia me resulta halagadora.

–La revolución que su película imagina está despojada de base ideología concreta, y no parece ir acompañada de proyecto social alguno, ¿por qué?

–Porque creo que, a estas alturas, nadie piensa en revolucion­es utópicas. La gente ya no aguanta más, y punto. Los chalecos amarillos, por ejemplo, eran una extraña suma de posturas políticas y clases sociales, nunca quedó claro cuál era el nexo de unión entre ellas además del hartazgo y las ganas de romper cosas. Que los motivos de una posible revuelta sean legítmos o no es irrelevant­e, porque en todo caso las consecuenc­ias serán traumática­s.

–¿Hasta qué punto cree que la pandemia aumentará el riesgo de colapso social?

–A estas alturas nadie se cree ya que saldremos de esta pandemia siendo más fuertes y mejores. Al contrario, la pandemia ha mostrado lo peor de la sociedad y de sus líderes. En México, sin ir más lejos, hay 60 millones de pobres y, a diferencia de lo que sucede en otros países, no están recibiendo ninguna ayuda. Se les ha dejado a su suerte. Al mismo tiempo, en todo el mundo los gobiernos están tendiendo hacia un mayor control y un menor respeto de los derechos humanos.

–’Nuevo orden’ muestra la violencia de forma muy explícita.

–No quiero torturar al espectador, pero representa­r de forma fidedigna la violencia y las razones que la provocan me parece necesario para explicar qué está sucediendo y qué peligros afrontamos, y para contribuir a cambiar las cosas. Por supuesto, soy muy consciente de la necesidad de retratar la violencia de forma responsabl­e. A diferencia de lo que hace Tarantino, por ejemplo, yo no la uso para dar placer al espectador; en ese sentido, sus películas me parecen una irresponsa­bilidad.

–Su cine a menudo se compara con el de Michael Haneke, y Haneke suele decir que el único arte interesant­e es el que incomoda. ¿Está de acuerdo?

–Totalmente. Yo hago películas para hacer evidentes en pantalla cosas que la gente prefiere ignorar. No sé si eso significa que mi cine se parece al de Haneke pero, si me van a comparar con otro, me encanta que lo hagan con el mejor de todos.

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BALLESTERO­S / EFE El director mexicano Michel Franco, fotografia­do en Madrid.

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