El Periódico Aragón

La arrogancia que nos lleva

- Ángela Labordeta PERIODISTA Y ESCRITORA

Sin ser nada nuevo, la arrogancia se ha convertido en la actitud entre las actitudes en estos tiempos de cólera y fiebre perpetua. La historia está repleta de personas que se han considerad­o superiores y desde esa falsa atalaya en la que se instalaron, bien por propia osadía, bien aupados por la osadía de otros, todo o casi todo tenía cabida. Tenía cabida el insulto, el maltrato verbal, el ruido e incluso en el rubor más esquizofré­nico de su propia arrogancia se considerar­on líderes de cuantas causas podamos imaginar: espiritual­es, políticas, sociales, religiosas, culturales...

Digo que la arrogancia se ha convertido en la actitud entre las actitudes porque la observamos a diario en las redes sociales y en ocasiones esa arrogancia, mal medida y peor gestionada, ha llevado a que miles de personas tomaran el Capitolio como si de la más burda fiesta de disfraces se tratara. Esa misma arrogancia despunta en declaracio­nes de determinad­as personas dispuestas a ofrecer espectácul­o a cualquier precio y en todas las ocasiones, y la encontramo­s en palabras que son las de nuevos rebeldes sin causa que incitan a a la violencia, se revelan machistas y terminan convertido­s en una mala imitación del enfant terrible, sin entender que su opción ya no es ni transgreso­ra

La arrogancia no gusta porque es vieja, es ruidosa y normalment­e no tiene razón ni corazón

ni vanguardis­ta.

La arrogancia no gusta porque es vieja, es ruidosa y normalment­e no tiene razón ni corazón, solo una pose de descaro sin gracia ni estilo. Pero que la arrogancia no guste, que la arrogancia acabe teniendo una dosis importante de osadía no es motivo para que alguien acabe entre rejas, golpeado o herido. La arrogancia en sí misma es una mala elección y un peor comportami­ento, algo así como una adolescenc­ia que no acaba y se perpetúa atolondrad­a en los retales de nuestro pensamient­o sin que consigamos quitárnosl­a de encima.

A veces pienso que el mundo se nos escapa entre las manos y siento cierto miedo, porque no sé si seremos capaces de volver a la decencia que inspira el sueño de un niño o acabaremos aceptando el eufemismo de creer que nos entendemos cuando lo único que hacemos es ignorarnos y hacernos daño en nombre de una libertad que se ha convertido en la libertad de hacer y decir lo que nos dé la gana, sin saber qué daño hacemos y a quiénes, sin apenas reflexión, solo la del huracán que motiva nuestra escandalos­a arrogancia, que lo es porque yo lo merezco en esta macabra fórmula de convivenci­a que nos estamos brindando.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain