‘Testigos de Genová’
El PP ha logrado que se hable más del cambio de ubicación de muebles que de las termitas que tienen
El cambio más fácil es el más cercano. Pero es el más superficial e inútil. Tras una ruptura de pareja se suele poner en marcha una mudanza, tan llamativa como artificial, a través del método CCC. Consiste en aparentar modificaciones en estos tres elementos: el cuerpo, las copas y la compañía. Los gimnasios mejoran su clientela, con el fin del verano, al mismo tiempo que se incrementan en esas fechas los divorcios. Los viejos antros noctámbulos reciben nuevas visitas de veteranos del ligue y damas de la noche. A estas alturas, las compañías no son ni buenas ni malas, sino imprescindibles, aunque acompasen a destiempo la edad, la vestimenta y el alcohol.
La pandemia ha trasladado de hora y lugar estas actitudes, sin que se haya recuperado la sensatez. Dicha conducta tiene multitud de consecuencias que van más allá de su ridiculización social. Hay cambios en el comportamiento que pueden desembocar en depresión tras la frustración de esas efímeras expectativas de cambio. Algunas personas se convierten en pacientes que se sienten mal porque se ven mal. La necesidad del cambio se traslada a su cuerpo, al que culpabilizan del fracaso de la situación. La cirugía estética surge como una alternativa más radical y satisfactoria. Pero el problema, y la solución, están más cerca del cerebro que de la piel.
La ausencia del aleteo electoral del PP en Cataluña ha provocado el efecto de una mudanza en su sede de Madrid. García
Egea y Casado son los nuevos hermanos Scott de las reformas. Mientras uno intenta adecentar su casa, fingiendo que no sabía que vivía rodeado de sobras y sobres, el otro busca una nueva guarida desde su Atalaya. Sin embargo, los votantes catalanes han preferido venderlos, antes que amarlos. Con esta ocurrencia han conseguido que se hable más del cambio de ubicación de sus muebles, que de las termitas que les acompañan. Vayan donde vayan, estoy seguro de que evitarán repetir la numeración.
Es curioso que los inquilinos de la calle Génova compartan los dígitos de su portal con los protagonistas del gran (y futuro premio Príncipe de Asturias, por favor) Francisco Ibáñez. El edificio de la 13, Rue del Percebe, está lleno de gente tan simpática como honrada. El idealista de Don Teodoro y el fotocasado de don Pablo, buscan casa, sin aznarmianto ni rajoydores, al modo PP (puerta a puerta). Aprovecharán las visitas para evangelizar votantes como buenos testigos de Genová. Eso sí, el bautismo seguirá siendo por inversión. Tanto pagas, tanto te salvas. La nueva sede dispondrá de habitación para invitados, decorada en naranja pálido. A sus seguidores les prohiben las transfusiones hacia la extrema derecha. Lo que no cuadra con los pactos de sangre que les unen en diversas iglesias del país.
La mariposa catalana también repercute en la izquierda. Cada vez que tiemblan los cimientos conservadores alguien sopla contra el Gobierno para desviar el foco de los interrogatorios. Se jalean las posibles discrepancias para que los incautos rueden hacia el precipicio de la estupidez política. Seguro que las escaramuzas llevan la pólvora mojada. Pero hay menos capacidad de equivocarse con la munición de fogueo si no utilizamos las armas. Pertenezco a esa izquierda que sufre con las tensiones de una ilusión que tanto ha costado ver en la Moncloa. No hay alternativa. O hablamos de farol o el resto de opciones pasan por revivir a una derecha, desahuciada por voluntad propia y por la de sus caseros votantes.
El miércoles llegó un astronauta a Aragón y una nave a Marte. Nos visitó Pedro Duque, mientras Perseverance llegaba al planeta rojo. Pero las buenas noticias científicas estaban más cerca. Vimos fuerte a Javier Lambán, que junto a tantos desconocidos luchan contra un cáncer en retroceso gracias a la investigación y a la inversión pública sanitaria. El aleteo de la nave marciana debe repercutir en la salud universal. Los empresarios aragoneses jugaron peligrosamente con las siglas, celebrando ayer con el Rey la CECA, sin mencionar a la meca. Lo demás rebosa normalidad. En Teruel, Isabel de Segura se va a casar con un dron Diego. En Zaragoza, los encapuchados de capirote celebrarán la Semana Santa a ritmo de zoomba. Y desde Huesca, el cura de Fraga (no Iribarne) se fue a Madrid a un acto antisemita en favor de la División Azul. Y Jesucristo, ¿qué pensará de todo esto el muy judío? Si no me creen les digo, como Chus Lampreave, que: «Lo siento, señorito, pero yo soy testiga de Jehová y mi religión me prohíbe mentir».
*Psicólogo y escritor
Pertenezco a esa izquierda que sufre con las tensiones de una ilusión que ha costado ver en la Moncloa