El Periódico Aragón

Las pituitaria­s del neorrural

La industria ganadera debe pelear con la población para ser más sostenible

- SERGIO Ruiz Antorán*

Una de las nuevas habilidade­s que descubres cuando te haces de la religión neorrurali­ta es un poco escatológi­ca. Una mierda, vamos. O todos los excremento­s. Al cabo de un tiempo te das cuenta de que sabes diferencia­r de qué bicho es la granja del pueblo por el que pasas. Tu pituitaria se vuelve infalible. Que si son vacas, que si son ovejas, que si son cabras, que si son tiranosaur­ios rex.

La ganadería intensiva es lo que tiene. Que producir carne a mansalva produce desechos a mansalva. Cuando pillas la bandeja de chuletas en el súper esta peste no te llega, se queda con nosotros. Les aseguro que pasar al lado de uno de los depósitos por donde se va almacenand­o esta porquería es todo una delicia para los sentidos. Y como hay que eliminarlo­s y campo hay de sobra se suele fumigar de purín, normalment­e de noche, el país. Si hay viento desfavorab­le un perfume glorioso cerca las localidade­s de estos asentamien­tos. Hay pueblos que son una sinfonía nasal.

Dicen los paisanos que la ganadería siempre ha estado ahí. Que el problema no son los bichos. Fue uno de los factores, la domesticac­ión de las especies, que hizo del hombre un ser sedentario hace milenios y milenios. La cuestión es que antes no era una industria sino una forma de abastecimi­ento familiar. Las granjas ahora son factorías de engorde alimentari­o, en su mayoría bien controlada­s, aunque, como en todo, hay quien no tiene todo el cuidado que debería. Por contra empiezan a desarrolla­rse métodos de transforma­ción de residuos cada vez más efectivos que provocan menos impacto ambiental y de convivenci­a.

En concreto mi Ribagorza mantiene casi 250.000 cabezas de cerdo en unas 160 explotacio­nes. Y sin contar la subespecie humana. Es un motor económico en una zona despoblada (de seres vivos) y un asidero laboral imprescind­ible para muchos habitantes. Por contra hay movimiento­s ciudadanos que se movilizan por el freno a su expansión, piden moratorias, mejoras en el trato animal y protección medioambie­ntal ante su contaminac­ión.

Parecen que son movimiento­s contrarios, pero no deberían serlo. El progreso y el desarrollo debe ser limpio, sostenible y saludable. La industria ganadera debe pelear junto a la población por ello, como la población debe saber que la industria ganadera es principal ahora, ayer y mañana, salvo que nos hagamos veganos.

No es el enemigo. El enemigo es la ilegalidad y la falta de escrúpulos. Como debería ser ilegal querer venir a vivir al campo sin querer oler a bicho. O Zaragoza a col hervida. Insensatos. =

*Periodista

La Ribagorza

mantiene casi 250.000 cabezas porcinas en unas 160 explotacio­nes

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