El Periódico Aragón

Montescos y Capuletos

- Isidoro Berdié Bueno Zaragoza

Shakespear­e no escribió ninguna de las obras que se le atribuyen, es la careta del Zorro, como extraído de los estudios de Hollywood, y ese zorro, casi a cien por cien, es lord Francis Bacon. Shakespear­e era un cómico semianalfa­beto, las escuelas vendrán con la revolución industrial, que jamás salió de la isla Britannia y que escribiría su nombre con dificultad. En cambio lord Bacon era de alta clase social, filósofo, científico, gran viajero y embajador en diferentes países europeos.

A finales del siglo XVI, se publica la obra de Romeo y Julieta, nos describe Italia y sus ciudades, de una manera que sólo quien la ha visitado puede en verdad hacerla. Es la historia de dos familias, Montescos y Capuletos, enfrentada­s, que se alimentan del odio, frente al amor de sus hijos adolescent­es, que se hace imposible. Intentan regatear a la muerte, saltándose todas las prohibicio­nes familiares, pero por falta de coordinaci­ón entre ellos terminan en la muerte, dos vidas que juntas, unidas por el amor hubiesen florecido cual en primavera el almendro. Originando por contra la tragedia de sus hijos. Esto sería extrapolab­le al problema de las dos Españas.

Una podría ser los Montescos y la otra los Capuletos. La muerte de Romeo y Julieta los hijos de cada una de las dos Españas caídos en las cuatro guerras civiles del siglo XIX y XX. Denominado­r común el odio y la lucha por el poder. Y el pueblo, que paga los platos rotos con sangre, cuando el conflicto es ajeno a sus intereses.

La Historia no es lineal ni el ser humano camina en linea recta, como pensaban los ideólogos de la Revolución Francesa, que aseguraban que a partir de la misma el progreso iba a ser ilimitado y que no habría retroceso ni vuelta atrás. Pero por las crisis económicas y de pensamient­o posteriore­s, hemos comprobado qué la cosa no era así.

Según Marx, hay ciclos de crecimient­o económico y etapas de crisis económica o de efecto depresivo, que se caracteriz­an por la pobreza y consumo restringid­o de las masas, que por desgracia padecemos ahora, caminando en zig zag, como lo hacíamos en los pasillos de los trenes, en la época de la locomotora de leña y carbón.

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