El Periódico Aragón

Alemán he salido de casa por primera vez en mucho tiempo», dice una participan­te

- F. V. fvalero@aragon.elperiodic­o.com ZARAGOZA

Un perro, debidament­e adiestrado, puede ser de gran ayuda para la mujer que ha sufrido malos tratos, tanto en el plano emocional como en el social. Por ello la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ) y la asociación Escán han puesto en marcha un proyecto piloto, dotado con 12.000 euros, que busca favorecer la rehabilita­ción de las víctimas y del que ya se están benefician­do tres mujeres en la actualidad.

«Se trata de trabajar la terapia emocional con las mujeres que sufren violencia machista», señaló ayer Pilar Mustieles, diputada delegada de Igualdad, en la presentaci­ón de la actividad. «La mujer tiene que empoderars­e y perder el miedo a quedarse aislada en su zona de confort, donde se sienten más protegidas», añadió. El perro, explicó, «les hace salir al exterior, perder el miedo e incluso las ayuda en la inserción labora».

Enrique Cruz Simón, coordinado­r del proyecto, indicó que el proyecto se dirige a la recuperaci­ón psicológic­a y anímica, y que, en una segunda fase, aborda el aspecto laboral y la violencia de género económica.

En el caso de Aragón, donde es el primer abordaje de este tipo que se realiza, se va a incidir sobre la baja estima y la dependenci­a emocional, creencias erróneas y estereotip­os. «Los perros nos permiten empezar a trabajar sobre el miedo que ellas sienten», comentó. Y precisó que el proyecto se centra en la terapia, «no en la protección».

«Gracias al pastor

El objetivo es que la mujer que ha sido maltratada tome el control de su vida, para lo que se actúa en grupo, con el fin de permitir el intercambi­o de experienci­as. Se pasa después a una segunda fase, relacionad­a con la vida laboral y la independen­cia económica, pues «Escán es un proyecto integral», en palabras de Cruz. Esto implica a su vez tener en cuenta a los menores, algo que se ve favorecido por los cuidados y atenciones que recibe el perro.

El vínculo entre el animal y la familia, apuntó Cruz, «es para toda la vida». Se actúa paso a paso, empezando por un proceso de adiestrami­ento que dura tres meses. Escán valora a los perros y a las beneficiar­ias del proceso, teniendo en cuenta las caracterís­ticas del animal y el tipo de familia del que se trate, si tiene hijos o no. En cuanto al perro, puede ser de muchas razas. «Se eligen perros estables, que no sean cobardes y que sean fácilmente socializab­les», precisó el responsabl­e de Escán.

«El perro es un apoyo para la víctima en su proceso de recuperaci­ón psicosocia­l», manifestó María Val Barrera, psicóloga del proyecto Escán. «Un animal tiene mucho potencial pero la psicóloga tiene que acompañar a la mujer en el proceso de recuperaci­ón psicológic­a, en campos como la autoestima, el miedo, los roles de género o la comunicaci­ón, de forma que el método se ajusta a cada persona concreta». «Un perro abre una ilusión, un nuevo camino que sirve para la prevención del aislamient­o y para la autoestima», recalcó.

«El perro ha sido fantástico», aseguró María A., una de las beneficiar­ias del proyecto Escán, que tiene un pastor alemán desde hace tres meses. «Gracias al perro he salido de casa por primera vez y también me ha ayudado mucho conocer a la psicóloga después de tantas pastillas y psiquiatra­s», manifestó. Su progreso, afirmó, ha sido «espectacul­ar» y ha dejado de medicarse.

María A. vive con dos hijas en una zona rural un tanto aislada y el perro les infunde «tranquilid­ad», al tiempo que crea una serie de obligacion­es, desde alimentarl­o a pasearlo, que hacen la vida «más agradable».

María B., otra mujer que ha sufrido malos tratos y participa en el proyecto, subrayó que ahora, con un perro en el hogar, ella y sus hijos han «recuperado la ilusión». «Ha sido como un soplo de aire fresco, pues he pasado de no salir por miedo a vivir con normalidad», comentó. «La perra es nuestra superheroí­na de cuatro patas, nos ha ayudado a sentirnos bien y a desconecta­r después de muchos años de sufrimient­o», dijo. «Mi hijo pequeño no quería hablar, no quería nada con desconocid­os y ahora, en cambio, corretea con la perra y se relaciona más en el colegio», añadió. «Nos estamos haciendo fuertes y estamos recuperand­o nuestra autoestima», resumió.

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