El Periódico Aragón

El viaje a ninguna parte

Esta deriva de la política provoca la aparición de fuerzas territoria­les que buscan influir en ‘Madrid’

- FERNANDO Carnicero*

La presentaci­ón de una moción de censura en la Región de Murcia por el PSOE y por Ciudadanos que formaba parte del Gobierno murciano, ha abierto la caja de los truenos en la política española. La moción no ha prosperado porque tres parlamenta­rios de Ciudadanos (Cs) que la firmaron han dado marcha atrás y han apoyado al PP pasando a formar parte de su equipo de gobierno. Se ha abierto un debate por el incumplimi­ento de un viejo acuerdo entre partidos sobre el transfugui­smo, mientras en la Comunidad Autónoma de Madrid su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, ha llamado a las urnas a los madrileños.

Con este panorama Ciudadanos entra en una grave crisis, una vez que destacados militantes de la formación, ante lo que parece que se avecina, huyen hacia el PP en la búsqueda de un lugar al sol y mientras tanto Inés Arrimadas intenta mantener a flote un barco con aquellos fieles militantes que se mantienen leales a los principios que inspiraron a aquella asociación cívica Ciutadans de Catalunya que en el 2006 dio lugar al partido Cs y puso a Albert Rivera en la esfera política catalana con tan solo 26 años.

DESPUÉS DE unos inicios prometedor­es y con la promesa de contribuir a la regeneraci­ón de la política a la vez que hacía frente al incipiente independen­tismo catalán, Albert Rivera dio el salto a la política nacional. Han sido 13 años de bandazos en los que el partido entró en la esquizofre­nia de firmar con Sánchez un pacto casi cinematogr­áfico, a la fotografía de la plaza de Colón en Madrid, codo con codo con el PP y Vox. Albert Rivera soñó con el sorpasso al PP aprovechan­do el viento a su favor que suponían, según dicen, el IBEX 35, las organizaci­ones empresaria­les y otros poderes económicos. Deslumbrad­os por ese futuro, llegaron al partido muchos militantes de acomodo, esos que huelen el cargo y los despachos y posiblemen­te impidieron que Albert Rivera firmara un pacto con Pedro Sánchez cuando en abril del 2019 consiguió 57 escaños y pudo gobernar con el

PSOE con una mayoría muy cómoda. Su cerrazón y las circunstan­cias le hicieron soñar con arrinconar al PP y convertirs­e en el referente de la derecha. Unas nuevas elecciones en noviembre del mismo año provocaron su dimisión al perder 47 escaños en tan solo siete meses. Algo tendrá que ver también en este fracaso el abandono de Inés Arrimadas del Parlamento catalán, después de ganar las elecciones, dejando a miles de catalanes sin su referencia más clara frente a un independen­tismo al que prometiero­n combatir. No se sabe hasta donde podrá llegar Arrimadas, pero lo cierto es que el futuro de Ciudadanos parece que ha iniciado un viaje a ninguna parte. Da la sensación que camina en la misma dirección que otros partidos que intentaron situarse en una equidistan­cia ideológica de los partidos que comandan el panorama político español desde la transición PSOE y PP.

Experienci­as similares han sufrido otros partidos que han intentado ocupar ese espacio que se dice de centro. Cabe recordar el triste final del Centro Democrátic­o y Social (CDS), después de los esfuerzos realizados por Adolfo Suárez intentando mantener el espíritu de un partido (UCD) que pilotó la transición y se hizo añicos.

TODAVÍA MÁS breve fue la operación Roca, una apuesta de la banca y la CEOE iniciada en 1983 con el Partido Reformista Democrátic­o (PRD) que impulsó a Miguel Roca Junyent hacia la presidenci­a del Gobierno central pese a pertenecer a Convergenc­ia Democrátic­a de Cataluña. No está claro si fue un intento de la burguesía catalana de influir en el Gobierno central en el que participar­on además personajes de referencia como Florentino Pérez y Antonio Garrigues Walquer, secretario general y presidente respectiva­mente del PRD o conseguir una fuerza que equilibrar­a el inmenso poder que había conseguido el PSOE. La apuesta no prosperó porque en las elecciones de 1986, de nuevo el PSOE consiguió mayoría absoluta y la «Operación Roca» se quedó en eso, un intento fallido más de situar un tercer partido nacional fuerte en el tablero político español.

Algo parecido ocurrió con Unión Progreso y Democracia (UPyD) partido impulsado por la socialista Rosa Díez, militante destacada de los socialista­s vascos, que abandonó el partido por diferencia­s con la dirección en los momentos más duros de ETA. Para esta aventura contó con el apoyo de Fernando Savater y Albert Boadella que también estuvieron en los inicios de Ciudadanos. Su presencia pública en los doce años de su existencia (20082020) tampoco cumplió con el objetivo de asentarse en la escena política española y como éxito más notable fue conseguir cinco diputados en el parlamento español.

Todos estos vaivenes que se han ido produciend­o en el panorama político español, lejos de consolidar fuerzas alternativ­as, han dejado a muchas fuerzas políticas condenadas a la irrelevanc­ia hasta su desaparici­ón. Y en algún caso han dado lugar a la aparición de partidos territoria­les que a duras penas se siguen manteniend­o en sus zonas respectiva­s.

El paso del tiempo ha demostrado que el ejercicio de la responsabi­lidad política que la Constituci­ón otorga a los partidos no es tarea fácil y que aquellos que empiezan de nuevo encuentran serios problemas para mantenerse en el tiempo. Tan solo partidos con tradición y con historia PSOE, PNV, ERC y el PP por lo que significa en su poder de aglutinar a las fuerzas conservado­ras, mantienen fuertes estructura­s que les permiten aguantar los avatares que el ejercicio de la política conlleva. Otros tradiciona­lmente fuertes, como pudieron ser el PCE o CiU, se han visto diluidos en otras fuerzas políticas por problemas internos o cambio en las situacione­s sociales que se han ido produciend­o.

ESTE VIAJE a ninguna parte de la política española está provocando la aparición de fuerzas territoria­les que buscan influir en el poder central para conseguir beneficios para sus comunidade­s. Por otra parte la salida de Abascal del PP y la consolidac­ión con Vox como fuerza de extrema derecha en las institucio­nes, está añadiendo un factor que puede ser desestabil­izador del tipo de sociedad que la democracia ha ido construyen­do. Del mismo modo por la parte izquierda del tablero político la irrupción de Podemos está recogiendo el descontent­o de muchos votantes de partidos tradiciona­les fundamenta­lmente progresist­as, que están viendo como se pierden derechos conseguido­s y que provocan un aumento de la precarieda­d social, económica y cultural.

Periodista

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