El Periódico Aragón

Porque era una ansiedad tranquila. Está a punto de suceder una novela, me dije

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y que me abrazaba, y que mutaba de hombre a mujer de manera insensible, se encontraba incluido también el mundo en general. Estaban las lagartijas y las culebras y las cucarachas y los gorriones… He matado de todo. De pequeño, no hice otra cosa que matar lagartijas y culebras y cucarachas y gorriones. También maté moscas, a centenares, quizá a miles. Un Vietnam de moscas, en algunos momentos con armas químicas poderosísi­mas que se comerciali­zaban en espray. Me gustaba rociarlas con esa especie de napalm en pleno vuelo para verlas caer sobre la mesa camilla como los frágiles aviones de la Primera Guerra Mundial. Pobres.

En el sueño, me arrepentía de todo.

Me arrepentía también de haberme hecho daño a mí mismo, de haber tenido un temperamen­to tan autodestru­ctivo, de no haber sabido cuidarme mejor, de haber sufrido más que el protagonis­ta de un bolero. En ese extraño ser al que abrazaba, me abrazaba también a mí, por tanto. Todo cabía en ese abrazo: mis padres, mis hermanos, mis amigos de infancia y de adolescenc­ia, pero los de la madurez también. No había malentendi­do que quedara por deshacer. Todo estaba perdonado. Salí del sueño a la vigilia despacio, controland­o cada uno de mis movimiento­s. Fue como un parto de una media hora. Cuando abrí los ojos y vi la luz, regresó enseguida la ansiedad de la que suelo ser víctima y que combato con un fármaco.

Pero en esta ocasión prescindí de él, del fármaco, porque se trataba de una ansiedad tranquila, que es la que precede, en mi caso, a los hallazgos narrativos que están en el origen de mis novelas. Está a punto de suceder una novela, me dije. Y me duché y me afeité sin prisas y luego me puse a trabajar. *Periodista y escritor

Prescindí del fármaco

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