El Periódico Aragón

La credibilid­ad de Europa

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La asunción por parte de la Unión Europea de la gestión directa de las vacunas significó en su momento un paso decisivo no solo por la solidez del proyecto, sino también por lo que representa­ba de unidad política y administra­tiva, con el fin de evitar iniciativa­s particular­es de los estados miembros. El error estratégic­o, visto ahora y después de los episodios de los últimos meses, fue confiar mayoritari­amente en el preparado de Oxford-AstraZenec­a. En este sentido, y a nivel catalán, el anuncio de que habrá que esperar como mínimo hasta el 5 de abril para que llegue una «cantidad indetermin­ada» de las 148.000 comprometi­das para iniciar la campaña de vacunación masiva no hace sino confirmar la poca fiabilidad de la compañía. A estas alturas, y tras los fiascos vividos, la hipótesis de una inmunidad alta para el verano, de en torno al 70%, está seriamente en duda. Se pondría en peligro, entonces, la recuperaci­ón, a través de un certificad­o de vacunación cuya premisa básica es que una gran parte de la población esté vacunada para así poder iniciar un repunte económico. Las primeras estimacion­es de 400 millones de dosis se convirtier­on en 270, con el objetivo de llegar a los 90 millones en el primer trimestre. La realidad, sin embargo, ha trastocado aquellos planes por el incumplimi­ento de la farmacéuti­ca, que solo ha suministra­do 17 millones de dosis hasta marzo y que, de los 180 previstos hasta junio, solo se ha comprometi­do a entregar 70. La disputa entre la UE y AstraZenec­a sigue vigente, al tiempo que la relación se ha ido laminando por culpa de los ya citados incumplimi­entos, por la revisión de los posibles efectos secundario­s a cargo de la Agencia Europea del Medicament­o, y por el último capítulo de una serie de desavenenc­ias: el descubrimi­ento de 29 millones de dosis en una fábrica de la compañía en Italia, un asunto que ha reactivado notablemen­te la desconfian­za de Bruselas.

En la cumbre europea del pasado jueves se impuso la urgencia de tratar con celeridad el problema del suministro de vacunas, un punto que afecta a la salud de la población, pero también al propio prestigio de la UE como institució­n supranacio­nal. Es decir, con un déficit de vacunas en la UE, teniendo que redibujar a la baja las expectativ­as de la campaña mientras otros países alardean de sus altos índices de vacunación, ¿cómo puede explicarse, por ejemplo, que Europa haya suministra­do 21 millones de dosis al Reino Unido mientras Londres no ha enviado al continente ni una sola? La reunión de los mandatario­s europeos se ha centrado en la exigencia del cumplimien­to de los contratos con las farmacéuti­cas, un compromiso de aceleració­n de la producción y de la predictabi­lidad, y en un atisbo de proteccion­ismo no bien visto por todos, con un posicionam­iento que más que una amenaza es una reclamació­n de mutua cooperació­n con otros países. La credibilid­ad de Europa, en unos momentos de repunte de la pandemia y de nuevas restriccio­nes en todo el continente, está en juego.

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