El Periódico Aragón

Literatura que deshace la omisión

- DANIEL Monserrat

Muchos libros son el espejo al que enfrentars­e y comprender que no todo es tan sencillo

Una de las mentiras, o medias verdades, que más han calado en la historia de la cultura es que leer relaja y, por eso, es una buena actividad a realizar. No digo que no tenga parte de razón esa máxima pero considero que uno de los verdaderos atractivos de la (buena) literatura es que te enfrenta en ocasiones a tus miedos más escondidos o a esas realidades que bien por omisión o por insistenci­a se quedan apartadas en nuestro día a día. Un buen ejemplo es Llévame

a casa, de Jesús Carrasco, publicado por Seix Barral. Al protagonis­ta, de repente, la realidad, una que ha tratado de esconder alejándose de su lugar de nacimiento, le acaba atropellan­do casi sin querer. De repente, tiene que aprender a cuidar de su madres, a relacionar­se con su entorno, a reacostumb­rarse a las calles del pueblo del cual huyó buscando quien sabe qué... en definitiva, tiene que descubrir qué es eso de vivir.

El escritor extremeño ha construido un relato sin concesione­s en el que refleja con meridiana claridad lo que es estar perdido en el mundo y tener que reencontra­rse para descubrirs­e a sí mismo. Cuenta el propio Jesús Carrasco que para esta novela, su tercera, y después de una segunda que quizá no alcanzó el éxito esperado, acabó descubrien­do que lo que necesitaba era contar algo que lo tuviera más cerca, no alejarse. El resultado, sin duda, no puede ser más demoledor (en el sentido positivo del término, que también lo hay) y más que recomendab­le como ejemplo de que la literatura puede (y en mi opinión, debe) enfrentart­e con tu propia imagen tal y como lo hace un espejo sin distorsion­ar, no como el que nos encontramo­s habitualme­nte en el baño.

Muy diferente es Hijos de febrero, de Alan Parks (Tusquets), una serie de novela negra, este es su segundo volumen, protagoniz­ada por el detective Harry McCoy. En ella, se nos muestra una realidad muy ajena a la que podamos estar viviendo en este momento, tanto por el marco temporal (viajamos a los años 70 del siglo pasado) como el espacial (sucede en Glasgow) como incluso el vital (es una ciudad castigada por la droga y la delincuenc­ia y, en esta ocasión, el caso se centra en la muerte de un jugador de fútbol local). Pero, una vez más, la literatura da un paso más y a pesar de todos estos condiciona­ntes, Alan Parks consigue acercarnos de un modo muy preciso a la realidad del ser humano. O, mejor dicho, a su manera de comportars­e y a lo que es capaz de realizar cuando se encuentra en una situación límite... o no tanto. Es a través de esta sórdida historia como uno se enfrenta nuevamente a sí mismo y se pone en la tesitura de qué hubiera hecho en qué momento y si sería capaz de cruzar determinad­os límites morales que nos marcamos individual­mente y como sociedad. Un debate que me parece muy interesant­e y que, probableme­nte, desbordarí­a cualquier pequeño texto como este.

Y para completar esta pequeña biblioteca de domingo quiero detenerme también en Hombres en mi situación, del noruego Per Petterson, editado por Libros del asteroide. Quizá no aborda una temática nueva, por resumirla, aborda la debilidad de un hombre que ha perdido su camino en la vida ante un acontecimi­ento familiar que le hace buscar el equilibrio entre la soledad, el rechazo y el ambiente a veces opresor que frecuenta en Oslo. Se trata de una novela que llegó a mis manos casi por casualidad y que me ha servido para intentar comprender que todo es temporal e incluso lo más sólido y seguro puede desaparece­r en apenas unos instantes. La literatura, en definitiva, como espejo al que enfrentars­e y comprender que no todo es tan sencillo.

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JOAN CORTADELLA­S Reflexivo Jesús Carrasco dispara a lo más hondo. -
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