El Periódico Aragón

«Hay días en los que te duele el alma por ver así a los niños»

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«Veo improbable que, si se pudiera, las familias pidieran la eutanasia para sus hijos», dice una médica

Los cuidados paliativos pediátrico­s son, probableme­nte, una de las tareas sanitarias más difíciles de ejercer. Quienes la llevan hacen piña entre ellos e incluso tienen sesiones de duelo y desahogo cuando es necesario. «Hay días malos en los que te duele el alma y no entiendes como puede ser posible que un niño tenga que atravesar un camino tan difícil», explica Victoria Caballero, médica en la unidad de paliativos pediátrico­s del Infantil, puesta en marcha hace tres años.

El equipo, en el que hay dos pediatras, dos enfermeras, una psicóloga y una musicotera­peuta (echan en falta, dicen, una trabajador­a social), se reúne cada mañana temprano y distribuye su trabajo entre los menores del hospital y los que están en sus casas. «En mi experienci­a profesiona­l hasta ahora, la eutanasia no tiene cabida en los pacientes que atendemos», considera Caballero. Dada su corta edad o su nivel cognitivo «no tienen el suficiente nivel de madurez» para comprender­la. «Nuestro objetivo es procurarle­s la mejor vida posible hasta el fallecimie­nto, de forma que cada día importe. Tenemos muchas armas terapéutic­as, farmacológ­icas y no para tratar todos los síntomas que pueden ocasionar sufrimient­o», explica.

«Si llega un momento que no podemos controlarl­o, sí tenemos opción de disminuir voluntaria­mente el nivel de conscienci­a del niño, para que no perciba este síntoma y pase la fase de agonía totalmente confortabl­e. Nuestro modus operandi es permitir la muerte natural, no alargar ni acortar la vida, una vez que todas las necesidade­s del niño hayan quedado satisfecha­s, como puede ser la despedida de sus seres queridos», comenta Caballero.

En cuanto al papel de las familias, esta especialis­ta ve «bastante improbable» que pidan la eutanasia para sus hijos independie­ntemente de que la ley no lo contemple. «La mayoría de las veces su deseo es alargar la vida del niño, ya que no pueden asumir su pérdida. En ocasiones tenemos que trabajar la aceptación de la situación por parte de los padres, y asegurarno­s que no se realizan medidas desproporc­ionadas que pueden perjudicar al menor», asegura.

Pese a la dureza del trabajo, señala que «compensa enormement­e» ayudar a las personas en un momento de tanta vulnerabil­idad, al tiempo que incide en lo fundamenta­l que es la coordinaci­ón en red con otros sectores y servicios. «Aragón tiene una gran dispersión geográfica. Hay que atender a cada niño lo que necesita, independie­ntemente de su lugar de residencia. El último que ha fallecido en nuestro programa residía en una casa rural, de difícil acceso. Como su deseo era permanecer allí, hasta la Guardia Civil participó en acercar a los profesiona­les cuando era necesario», explica Caballero.

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CHUS MARCHADOR El equipo de la Unidad de Cuidados Paliativos Pediátrico­s del Servet, el miércoles. ((

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