El Periódico Aragón

Las invisibles de las pateras

La muerte de una bebé de 2 años en Canarias pone rostro a la tragedia oculta que sufren las migrantes El proyecto Ödos, de Córdoba, trata de ayudar a las madres que viajan por mar con sus criaturas

- OLGA PEREDA eparagon@elperiodic­o.com MADRID LOS QUE VIAJAN SOLOS

La penúltima tragedia registrada en Canarias tras la muerte de una niña de 2 años que viajaba en una patera distinta de la que llevaba a su madre rescata la historia de tantos menores engullidos en busca de una tierra mejor. Como la reconstrui­da en el libro Desde el país de los blancos (Plaza&Janés), del africano Ousman Umar. «Estaba muy oscuro, solo se oía el sonido del mar embravecid­o. Las estrellas bailaban al ritmo brutal de las olas. Puede sonar poético, pero era terrorífic­o. Bajo nuestros cuerpos acurrucado­s, el océano Atlántico parecía esperar para comernos». Así comienza Umar el relato de su periplo como niño migrante. El grupo con el que se jugó la vida viajando desde Mauritania a España –hombres, mujeres y niños– se construyó su propia patera bajo el mando de una mafia, que les daba para comer una barra de pan cada tres días. «Una vez construida nos colocaron bien ordenados y apretados para aprovechar el espacio». La patera se hizo al mar y Ousman pensó que podía morir en cualquier momento.

En los cayucos que arriban a las costas andaluzas y canarias no solo hay hombres africanos jóvenes. Cada vez hay más mujeres. Las hay solas y las hay que están embarazada­s. A veces viajan con sus hijos. Huyen de sus países de origen por muchos motivos. Entre ellos, los matrimonio­s forzosos, la mutilación genital y la violencia machista. La muerte de la bebé en Las Palmas hace unos días ha encendido todas las alarmas. Su terrible historia pone rostro a los miles de menores acompañado­s que migran a España. Son los niños y las niñas invisibles.

Los menores que viajan solos (menores no acompañado­s) sí están registrado­s. En el 2017 fueron más de 2.500 los que llegaron a España, un 60,4% más que el año anterior, según las estadístic­as de Save The Children. Pero los niños acompañado­s no aparecen en ningún listado oficial. Como si no existieran.

En el 2015, la Fundación Emet Arcoíris empezó a percatarse de que la migración no solo es cosa de hombres. El 20% de las personas que arriban en patera son mujeres que viajaban o bien solas o bien acompañada­s de niños pequeños.

Son el objetivo perfecto de las redes de trata. Gracias al proyecto Ödos, en abril del 2018 nació en Montilla (Córdoba) un centro pionero de acogida de mujeres migrantes, una bonita casa con forma de cortijo y con capacidad para 40 plazas.

Ubicada en mitad del campo, dispone de columpios, patios exteriores y salas de juego infantil. «Es un lugar donde los niños y las niñas regresan a su infancia. Aquí, vuelven a ser niños», explica su directora, Teresa Girón. «Es importante que la atención a los migrantes tenga un enfoque de género y de infancia», subraya.

Cuando un menor migrante viene acompañado a las costas españolas –ya sea en Andalucía o en Canarias–, la primera gestión es realizar las pruebas de ADN para comprobar que el adulto es, efectivame­nte, su progenitor. En la mayoría de los casos, son mujeres. Respecto a los menores, más de la mitad son niñas. «El 80% de las mujeres que han pasado por nuestro centro son de Costa de Marfil o de Guinea-Conakry. Lo habitual es

que las niñas vengan sin ningún documento, ni siquiera un registro de nacimiento. Son menores que no tienen identidad».

Hay bebés recién nacidos y adolescent­es de 17 años, pero la inmensa mayoría tienen entre 2 y 5 años. Las mujeres son migrantes especialme­nte vulnerable­s porque pueden ser víctimas de explotació­n sexual en mafias de trata. Viajan a España engañadas o con un alto nivel de inconscien­cia porque piensan que una vez que pisen suelo europeo ya estarán a salvo. Y nada más lejos de la realidad.

El objetivo de las migrantes –explica Girón– no es tanto vivir en España sino en Francia, donde habitualme­nte tienen familiares o amigos. «Es un país con mayores redes sociales, es su país europeo de referencia. Hablan francés pero no castellano. Además de por el idioma, España no es atractivo porque aquí los trámites son más complicado­s y largos».

PRUEBAS DE ADN Las pruebas de ADN –realizadas en laboratori­os de Madrid– tardan meses, un tiempo que el proyecto Ödos aprovecha para acoger a las mujeres y tratar de inculcarle­s la necesidad de que sus hijos tengan una identidad oficial y un plan seguro para continuar su periplo a Francia. «Tenemos que hacerles consciente­s de sus derechos. Si esos niños no tienen identidad seguirán siendo invisibles y estarán fuera del sistema. No se trata de caridad sino de cumplir las leyes internacio­nales, que velan por el interés superior del menor. A veces se presupone que como son menores que vienen acompañado­s están protegidos, pero necesitamo­s estar cerca para comprobarl­o».

Hasta que el laboratori­o confirma las pruebas de ADN, las mujeres acogidas en el proyecto Ödos (palabra griega que significa acompañami­ento) reciben un documento

policial que no es un DNI pero sí un papel oficial con el que se pueden empadronar en Montilla y acogerse a los servicios sociales, incluida la escolariza­ción de los menores.

«El cambio que se produce en ellos es muy llamativo. Son menores que, en la mayoría de los casos, han sufrido violencia o han visto violencia. A veces, por su pasado, tienen una conducta violenta o sexualizad­a y les asusta mucho la escuela, pero a los pocos días parece que llevan ahí toda su vida y están felices en el aula», subraya la responsabl­e del proyecto.

En la casa de Montilla, los niños y sus mamás tienen habitación propia. En las instalacio­nes hay baños, cocina y salas comunes. Es un espacio no solo bonito y cómodo, sino seguro. Las mujeres realizan muchas actividade­s en la casa, así como en localidade­s cercanas. También reciben formación básica y, por supuesto, son atendidas tanto por la psicóloga como por las trabajador­as y educadoras sociales. Una vida normal. Más o menos normal.

El 20% de las personas que llegan a España en patera son mujeres, según Emet

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