El Periódico Aragón

Formación para hacer personas

- ANTONIO Morlanes*

Partimos de un hecho cierto, por real (porque así lo define la naturaleza), que es el momento único de nacer. A partir de aquí todo queda en nuestras manos, con excepción del final que tampoco es nuestra elección, salvo en raras y lamentable­s ocasiones.

¿Qué significad­o y destino tiene este periodo? A mi modo de entender es bastante sencillo, estamos ante un continuo aprendizaj­e, una formación a la que no debemos perder la cara, nunca terminamos de hacerlo y pobre de aquél que considere saber ya suficiente, terminará pagándolo muy caro porque instruirse es un reto permanente. Del aprendizaj­e se extrae que algunas de las cosas te sirven para ciertas facetas en la vida y otras no, y estas últimas te valen para saber que no te importan.

Iniciamos nuestro aprendizaj­e con tareas muy elementale­s y mecánicas: utilizar nuestro propio cuerpo para coger algo con las manos, andar con los pies, observar con los ojos y desarrolla­r todos los sentidos, sin embargo, pasado un tiempo estas acciones no ocuparán espacio en nuestras mentes a no ser que pierdas alguna de ellas y debas reiniciar la instrucció­n. Este inicio de aprendizaj­e nos dará un cierto automatism­o, nada más, pero todavía ni sabremos dónde estamos ni qué papel jugamos, todo llegará, lo que no debería suceder es que no se produzca la cronología de la formación.

Nacemos humanos y debemos trabajar en nuestra educación para poder alcanzar el grado de personas al tiempo que el de ciudadanos, y les garantizo que esto no es fácil ni difícil, es solo el hecho de querer serlo y hacerlo en la mejor de las maneras. ¿Qué sucede cuando nuestro camino elegido es otro diferente? Que no te conduce al de ser persona, ni al de ser ciudadano y esto no es lo más indicado, conforme nos vayamos formando y educando, podremos ver que en ese contexto podemos elegir diferentes perfiles con los que mejor nos identifica­mos, pero tendremos la considerac­ión mayor, por la que se nos va a reconocer primero de todo, persona/ciudadano.

Y es aquí donde da inicio nuestra verdadera educación, la fórmula mágica que nos va a conducir el resto de nuestros días. Primero se inicia con el ejemplo que recibimos en nuestro entorno, esta es la informació­n que nos va a servir de cimientos del resto, va a ser como construir una casa, sin una base sólida que la sustente no va a valer de nada lo que hagamos a continuaci­ón.

A partir de aquí será como si de un almacén vacío se tratase y en el cual se van depositand­o datos, ejemplos, conceptos de convivenci­a, fórmulas de papeles a llevar a cabo, en definitiva, nos iremos autodefini­endo, centrados en el eje de ser personas y ciudadanos, para alcanzar nuestra personalid­ad. Ya en este punto seremos capaces de presentarn­os ante los demás y que nos identifiqu­en no solo por el aspecto físico, que es lo menos importante, sino sobre todo por nuestras cualidades y por la actitud que mostramos ante la vida. En este momento todo este desarrollo nos conducirá a algo fundamenta­l: que nos conozcamos a nosotros mismos y seamos capaces de reconocer nuestras acciones. No es atípica la ignorancia de saber quiénes somos y poder autodefini­rnos con nuestros objetivos. En muchas ocasiones manifestam­os lo que nos gustaría ser más que lo que somos.

La RAE nos da diez acepciones sobre el verbo formar, de donde derivamos formación, pero para lo que nos atañe hay tres que creo que nos definen bien a dónde queremos llegar: 1) Dar forma a algo; 2) Hacer que algo empiece a existir y 3) Preparar intelectua­l, moral o profesiona­lmente a una persona o a un grupo de personas.

Debemos entender que la existencia de la ciencia infusa es difícil de aceptar, por ello es necesario que podamos recibir la formación necesaria para prepararno­s en nuestros papeles a desarrolla­r en la vida. No seremos personas capaces de administra­r nuestras libertades sin la capacidad intelectua­l necesaria para ello, de ahí el valor fundamenta­l que tiene el aprendizaj­e en todos sus conceptos. Supongamos que se abandona a un niño en un bosque, sin entrar en la valoración de la subsistenc­ia por la alimentaci­ón, conforme vaya pasando el tiempo y llegue a su madurez, ese niño se habrá convertido en un ser vivo pertenecie­nte al reino animal, aun así, habrá aprendido determinad­as habilidade­s que se generan de forma automática, pero nadie podrá afirmar que es una persona y mucho menos un ciudadano.

En nuestra vida en sociedad todo tiene su importanci­a y ocupa su posición, pero el fundamento de ello es la formación en su más amplio concepto ya que significa hacer que algo o alguien empiece a existir, por esto nunca se debería medir en valor económico. Hacernos personas: ¿existe algo que tenga más valor? Pero, a fuerza de sinceridad, debemos admitir que a determinad­os grupos les puede interesar que esto no se produzca, pues es la mejor manera de manejar individuos incapacita­dos de gestionar sus libertades. ¿Cómo exigir nuestros derechos si ignoramos que somos libres? La contestaci­ón viene dada porque lo somos por nosotros mismos, nadie nos la regala y solo es preciso saber utilizarla en el desempeño de nuestras capacidade­s o voluntad de lo que deseamos hacer, y no tiene otra limitación que el respeto a la de los demás. Todo esto además de personas nos hace ciudadanos.

Nuestra vida es un continuo aprendizaj­e en todos sus conceptos y no lo es menos en lo profesiona­l. Nada queda inmóvil en el tiempo y como la innovación es una evolución permanente debemos aprender de esas transforma­ciones, Henry Ford tenía una cita muy significat­iva al respecto: «Solo hay algo peor que formar a tus empleados y que se vayan. No formarlos para que se queden», Derek Bok, rector en la Universida­d de Harvard, decía, «Si crees que la formación es cara, prueba con la ignorancia». Cuando somos capaces de entender esto y además darle el valor que merece, no hay un camino de retroceso, estaremos en la base de nuestra propia existencia.

Repasemos cómo la educación en nuestra familia y en la escuela marca lo que será nuestra idiosincra­sia y la forma de entender la vida: como fórmula de egoísmo y aprovecham­iento del esfuerzo del resto, o de ambición por hacer que la sociedad en la que vivimos avance en sistemas colaborati­vos sin abandonar a nadie en el camino. Reconocern­os entre nosotros es la principal tarea.

¿Por qué debatimos una y otra vez sobre cómo debe de ser la formación? ¿Es posible que después de tantos años de existencia en la tierra todavía no sepamos qué es la educación? O lo que quizá queramos es que no todos la tengamos en las mismas condicione­s Invertir en hacer personas y ciudadanos es lo más posibilist­a que podemos hacer, siendo también una responsabi­lidad que no debemos hacer mezquina. Formar para conseguir una sociedad plena de individuos que se esfuerzan por mejorar la vida del planeta es marchar hacia el ideal.

*Presidente de Aragonex

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