El Periódico Aragón

Apaguen el móvil, por favor

- MIGUEL Miranda*

Cada vez aprecio más el silencio. El silencio para escribir. No se puede escribir rodeado de ruido. No se puede trabajar intelectua­lmente en medio de un follón de sonidos. Las biblioteca­s exigen silencio. El silencio para escuchar música. Para disfrutar de la música que a mí me gusta es imprescind­ible el silencio. Por eso en los auditorios se exige silencio. Apaguen los móviles, por favor. La buena música exige concentrac­ión para disfrutarl­a y el ruido incomoda. Si tengo entre las manos un buen libro no me entero de la música que suena. Y a veces, cuando lo intento, la música se apodera y dejo el libro y me dedico única y exclusivam­ente a escuchar. Hay cosas que difícilmen­te se pueden hacer a la vez. Al menos, yo no puedo. El silencio para leer, desde luego. El silencio es preferible a escuchar tonterías. Aconsejan que si no tienes nada interesant­e que decir es mejor permanecer callado, pero demasiada gente no hace caso y casi nos obligan a vivir en medio de la obviedad y la tontería. Por eso rompo el silencio sólo con mis programas favoritos. Como consumidor escucho, leo y veo solo lo que me interesa. A veces prefiero el silencio absoluto o casi, para pensar. Disfruto de un lugar en el que el silencio es llamativo. Sólo lo rompen los pájaros, y a veces los niños. Pero esos sonidos alegran acompañand­o al silencio. Y me voy hacia allí en cuanto puedo. Me aíslo o casi. Solo conecto lo imprescind­ible o necesario. Hay una inflación de debate político intrascend­ente, infantiliz­ado, hecho por mediocres para consumo de desinforma­dos. La política convertida en espectácul­o. Se crean debates absurdos y se obvian los importante­s. Faltan argumentos y racionalid­ad. Se alimenta la crispación y el ruido. Me voy esta semana a disfrutar del silencio y también del sueño reparador. En silencio, desde luego.

*Profesor de la Universida­d de Zaragoza

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