Eutanasia
El Congreso ha aprobado la Ley de Eutanasia con los votos en contra del PP y de Vox.
La ley de eutanasia no es la muerte a la carta ni una forma de que la sanidad pública ahorre en gastos como han acusado las mentes bien pensantes de la derecha, y lo saben de sobras. Es absurdo que la suerte de las personas que no quieren seguir viviendo dependa de la ideología religiosa o moralizante de un médico, de un político o de la iglesia.
Que sufra sin esperanza el que lo desee, no el que no quiera. La vida no se puede imponer a quien sólo sufre de forma irremediable y quiere dejar de sufrir. Cada uno es dueño de su vida y, si lo elige, debe ser dueño de su final.
Nadie es dueño de la vida de los demás, sólo de la suya. La ley de eutanasia es un derecho, no una obligación, lo mismo que el divorcio, el aborto o el matrimonio homosexual.
Quien prefiera sufrir lo indecible antes de morir, ser un mártir de no sé qué causa, que sea libre de hacerlo, lo mismo que quien rechace ese sufrimiento. Quien desee acogerse a la ley de eutanasia, además, no lo tendrá fácil.
Deberá cumplir unos cuantos requisitos cuyo proceso durará al menos 40 días antes de que se estime su derecho a morir: el paciente deberá sufrir una enfermedad grave e incurable, crónica e imposibilitante que le cause un sufrimiento intolerable.
El afectado debe tramitar la petición por escrito dos veces en 15 días y en cada uno ha de ser informado por un médico de otras alternativas que tiene, que quede claro que la decisión no es resultado de ninguna presión externa, la petición han de examinarla dos profesionales ajenos al caso, pasar el examen de una comisión de al menos siete especialistas médicos, jurídicos y de enfermería que deberá responder a la solicitud en 19 días.
En la ley se respeta la objeción de conciencia de los médicos, con lo que será difícil encontrar alguno que la acepte.