El Casademont gana y jugará la final a 8
Los rojillos logran un gran triunfo ante el Nymburk checo (90-71)
Era el partido para no fallar, para colocar cinco puntos de renta y un colchón para cuando llegue el tramo del calendario duro, el que está ya a punto, sobre todo en La Romareda, y el Zaragoza no pudo porque no supo cómo ganar al Cartagena, víctima de su nula capacidad ofensiva, con un solo remate a puerta, para firmar unas tablas de las que duelen, llenas de miedo por la situación de este equipo a tres puntos del descenso, por lo que viene y por la propia dinámica de un bloque al que ha levantado JIM con 22 puntos de 42 desde que llegó a un barco hundido, pero que va a sufrir hasta el final por lograr la permanencia.
Con 10 partidos por delante y 35 puntos, da pánico pensar en la Segunda B y en que la frontera esté para salvarse en los 50, porque a este equipo le cuesta un mundo ganar y dos empates, ante el Logroñés y el Cartagena, dos rivales directos, son dos buenos ejemplos. El Zaragoza tiene muy poco, pero es evidente que Narváez es su arma más letal, que Zapater aporta mucho mientras le dura el físico y que Iván Azón y Sanabria merecen muchos más minutos, mientras que Alegría firmó ayer su peor partido en el Zaragoza.
Con la única novedad de Francés en lugar de Jair para que Peybernes fuera el central zurdo en una decisión justa con el canterano y que sonó a toque de atención con el portugués salió el Zaragoza ante un Cartagena con relevo en la portería y con Rubén Castro en la grada, para alivio zaragocista, aunque el enemigo comenzó con una velocidad más y recurriendo a los centros laterales para generar peligro. En una falta de De Blasis, Cristian despejó algo blando y respondió bien después al disparo de José Ángel.
Sin embargo, el Zaragoza se levantó pronto y niveló el partido en lo futbolístico. El Cartagena, un equipo atrevido pero con dudas atrás, se abría lo suficiente para que la segunda juventud de Zapater y el colmillo de Narváez se dejaran notar con cierto peligro. Un buen centro del ejeano lo remató fuera el colombiano en el primer aviso. El Zaragoza jugaba a no equivocarse, o hacerlo lo menos posible, a no perder el sitio y solo sufría cuando trataba de sacar el balón desde atrás, pero mantenía bien el tipo con Peybernes, seguro por alto, y Francés, seguro siempre, en el eje de la zaga.
Álex Alegría, casi inédito, no llegó a dos buenos envíos de Juanjo Narváez y Vigaray, mientras que el colombiano lo volvía a intentar en otro centro de Vigaray, profundo en su carril con un Bermejo desaparecido. El partido, en todo caso, era feo, con ritmo y agresividad pero con imprecisiones y poco fútbol. El Zaragoza no tenía el gobierno del pleito, pero no estaba incómodo porque en ese papel se siente mejor que si tiene que llevar el peso del juego, sobre todo si Eguaras y Francho no aparecen apenas.
Una recuperación de Zapater y su pared con Narváez no encontró el remate en el medido pase del ejeano, el mejor de los zaragocistas en una primera parte que acabó con la lesión de Datkovic y con unas tablas llenas de miedo de los dos contendientes.
El partido aumentó el nivel de imprecisiones en la segunda mitad, con dos errores de Eguaras y Peybernes que pudieron costar caros. Sin embargo, el Zaragoza empezó a encontrar caminos en los desmarques al espacio de Narváez y las salidas de Sanabria, activo e intenso, por Zapater, ya agotado, y Azón, infinitamente más incisivo que Alegría, le hicieron bien al
El Zaragoza fue otra vez nulo en ataque ante el Cartagena y las tablas incrementan la sensación de agonía
equipo zaragocista. Bermejo, en una contra de Narváez, tuvo el gol y Cristian rechazó antes el remate de Andújar en un córner.
El partido estaba en el alero, pero el Cartagena empezó a ver el punto como bueno y Eguaras contaba con más presencia en el medio para que el Zaragoza pudiera tener más el balón. Una carrera de Azón provocó un envío al que no llegó Narváez y el Cartagena recurrió a Rubén Castro y Álex Gallar, mientras el Zaragoza era preso de su propia incapacidad, con solo un disparo seco de Eguaras para generar peligro en unos últimos instantes en los que ni Zanimacchia ni Adrián supusieron más capacidad ofensiva por mucho que Iván Azón era un incordio constante para la zaga por su espíritu indomable. El final consumó un punto insuficiente. Terrorífico por el miedo que tiene este Zaragoza y el pánico que da mirar al futuro, donde el infierno en las 10 jornadas que restan sigue estando demasiado cerca.