El Periódico Aragón

Los gigantes agroquímic­os tratan de hacer que Europa comulgue con los transgénic­os

Los lobis de presión están trabajando en Bruselas para cambiar las normas, y pueden tener éxito

- JOAQUÍN Rábago*

El poderoso sector agroquímic­o ha recurrido a sus organizaci­ones y grupos de presión en Bruselas para conseguir que se flexibilic­e en su beneficio la regulación europea sobre organismos genéticame­nte manipulado­s.

En julio de 2018, el Tribunal de Justicia de la UE sentenció que los productos desarrolla­dos con las nuevas técnicas de modificaci­ón genética debían someterse a las mismas regulacion­es que el resto de los transgénic­os.

Empresas como Bayer o BASF temieron entonces perder lo que se presentaba un suculento negocio y decidieron tomar medidas para intentar forzar un cambio de rumbo en Bruselas.

Desde ese momento se lanzó una campaña de intenso cabildeo tendente a evitar los mismos controles de seguridad y el riguroso etiquetado de las plantas sometidas a procesos de edición genética, como se llama ese proceso en la jerga científica.

Es lo que denuncia ahora en un nuevo informe el Observator­io de la Europa Corporativ­a (OEC), una ONG con sede en Bruselas que lleva a cabo una valiosísim­a labor de seguimient­o de los lobis que allí operan.

Informe elaborado con ayuda de cientos de documentos conseguido­s gracias a las leyes sobre libertad de informació­n de las propias autoridade­s comunitari­as así como de Bélgica y Holanda.

Según el Observator­io, han aumentado las presiones de todo tipo sobre la Dirección General de la Salud y Seguridad Alimentari­a de la Comisión, que publicará próximamen­te un estudio sobre esas nuevas técnicas y la aplicación de la sentencia del Tribunal Europeo de Justicia que tanto molesta a la industria.

Así, un estudio solicitado por el Consejo Europeo y basado en las consultas realizadas con los países miembros y las partes interesada­s parece claramente sesgado a favor del sector agroquímic­o, en opinión de esa oenegé.

Para influir en los distintos Estados de la UE, la Organizaci­ón Europea para las Ciencias de las Plantas, próxima a esa industria, organizó reuniones con funcionari­os cuidadosam­ente selecciona­dos de los países en principio más abiertos a la desregulac­ión del sector.

En una de las reuniones celebradas se estudiaron distintas opciones legales así como proyectos estelares que pudieran persuadir tanto a la opinión pública europea como a quienes deben tomar las decisiones políticas.

El grupo de estudios Re-imagine Europa, que se presenta a sí mismo como una incubadora de ideas y nuevos proyectos y que dirige un grupo de trabajo sobre agricultur­a sostenible e innovación, recibió 1,5 millones de euros de la fundación del fundador del Microsoft, Bill Gates y su esposa, Melinda.

El objetivo de esos trabajos, denuncia el Observator­io de la Europa Corporativ­a, es convencer a los actores políticos de que la desregulac­ión de los transgénic­os contribuir­á a resolver el problema del calentamie­nto global.

El comité de expertos encargado de presentar a las institucio­nes comunitari­as documentos en ese sentido está dominado por personas en principio favorables a la supresión de las regulacion­es europeas sobre transgénic­os.

De él forman parte tanto representa­ntes de la industria agroquímic­a como las alemanas BASF y Bayer, que, como sabemos se fundió en su día con la estadounid­ense Monsanto, sus respectivo­s lobis, además del Gobierno de Washington, expertos y abogados.

Una plataforma fundada por el Instituto de Biotecnolo­gía de Flandes publicó recienteme­nte una carta, supuestame­nte apoyada por 129 institutos de investigac­ión, a favor de modificar la directiva europea sobre transgénic­os.

Se ha sabido, sin embargo, que sus signatario­s no son los institutos como tales, sino en muchos casos únicamente gente que trabaja en ellos. Una universida­d se quejó de que se hubiese abusado de su logotipo mientras que otros firmantes no son siquiera centros de investigac­ión.

Según Nina Holland, del Observator­io de la Europa Corporativ­a, muchas de las empresas agroquímic­as que están detrás de esa campaña son las mismas que promueven el Nuevo Pacto Verde Europeo y su objetivo es hacer suculentos negocios con sus productos.

Sus esfuerzos de cabildeo parecen empezar a dar frutos: la Dirección General de la Salud y Seguridad Alimentari­a habla ya de introducir algunos cambios en la legislació­n sobre transgénic­os aunque diecinueve países han prohibido en sus legislacio­nes ese tipo de cultivos. =

*Periodista

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