Exigentes como receptores del hecho cultural y con los emisores también
Hay que ser
su concepción intelectual y probablemente teórica) sin la necesidad de ir más allá, de buscar el cambio que pueda provocar la generación de nuevos espectadores o, lo que es más importante (sí, el público no lo es todo), de abrir nuevos canales en la forma del artista de estar en el mundo y de relacionarse con el resto de seres humanos que en él se encuentran, tiene un valor tendente a 0... a pesar de que la ingenuidad es un valor que algunos tratan de ningunear en este siglo XXI.
La historia de la cultura está llena de genios que no se lo creían y que afrontaban cada creación como si fuera la primera con la esperanza de que gustara entre una sociedad a la que cada vez estamos, entre todos, minusvalorando más. No es el momento ni podemos permitirnos el dejarnos arrastrar por la vacuidad y la inmediatez que se trata de imponer una interesada parte de la sociedad porque corremos el riesgo de que se lleve por delante lo característico del hecho cultural. Crear una línea industrial de la cultura no es más que el camino al encefalograma plano del que hablaba antes. ¿Y saben cuál es la consecuencia de eso, verdad?
Por lo tanto, disfruten lo que puedan, asómbrense todo lo que les permita su propia concepción humana y, sobre todo, sean exigentes con ustedes mismos como receptores del hecho cultural y con los emisores también. Nos va la supervivencia, como especie que razona y es crítica con lo que le rodea, en ello. La mayoría de la sociedad no es como nos la venden. Hay que gritarlo alto y claro, por muchas redes sociales que nos inunden de mensajes similares.