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La moldavaTatiana Tibuleac vuelve a tratar la falta de amor en la infancia y el recorrido para encontrarse en ‘El jardín de vidrio’ tal como hizo en ‘El verano que mi madre tuvo los ojos verdes’
La moldava Tatiana Tibuleac exploró las relaciones maternofiliales en su cruda novela El verano que mi madre tuvo los ojos verdes grafía cirílica se realizó para separar a la población natural de Besarabia y acercarla a Rusia», prosigue. Y el resultado, sostiene, «fue digno de Frankenstein: olvidados en una parte y no aceptados en la otra».
Cuando era niña, recuerda, no pensaban demasiado en lo que sucedía a su alrededor: el ruso era el medio de comunicación más rápido, la lengua de las élites. Y en la escuela, en primaria, aprendían la lengua moldava y nadie se planteaba si era correcto o no. Pero con la independencia «nos dijeron que nuestra lengua era otra, no esa con la que habíamos crecido. Nos dijeron que la lengua rusa no era mejor, al contrario, que se trataba de la lengua de los ocupantes y que debíamos olvidarla. Te sientes humillado, burlado incluso, al descubrir que todo lo que te han contado hasta entonces ha sido una mentira».
Tibuleac ha vivido siempre, asegura, con el sentimiento de que todo lo que hace está «entre» dos culturas completamente diferentes, la eslava y la latina. Y a veces ha sentido que no pertenece a nadie: ¿Cuánto tarda un pueblo en recuperar su identidad cultural?. «A veces toda una vida, a veces generaciones enteras», responde la escritora.
Para Tibuleac, una infancia sin amor y una niñez de maltratos son las dos caras de la misma moneda. Sobre la falta del primero escribió El verano que mi madre tuvo los ojos verdes y sobre lo segundo El jardín de vidrio. Sin embargo, en el caso de una infancia sin amor, hay muchos más matices: «Algunos padres no manifiestan su amor por motivos diversos, disciplinarios, religiosos, porque simplemente no saben cómo hacerlo, no les ha enseñado nadie, pero esto no quiere decir que no amen a sus hijo, mientras que una paliza es una paliza, un abuso es un abuso, aquí no caben ya la explicaciones». Una vulnerabilidad de los menores que suele ser aún mayor cuando se trata de una niña: «Allí de donde vengo yo, siempre».