El Periódico Aragón

Valentía y cobardía de vivir

- ANDRÉS ORTIZ-OSÉS

Solemos tener más valentía con la vida y más cobardía con la muerte. El valiente huye hacia adelante vitalmente, el cobarde huye hacia atrás mortalment­e. Pero quizás no debería plantearse la valentía o la cobardía, sino el auténtico valor. Pues el valiente suele ser temerario y el cobarde miedoso, pero el valeroso tiene temple o cuajo que lo hace más templado. Pues bien, hay que ser valeroso en la vida y en la muerte, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo. Al menos eso dicen los bienpensan­tes y los bienpensad­os, a veces dispensado­s de pensar, con perdón, pues la cosa es fácil de predicar y difícil de practicar.

Como he expuesto medrosamen­te en otras ocasiones por si sirve, aunque no lo creo, mi experienci­a de la vida y de la muerte implica una vida vivida y una enfermedad mortífera. En la vida he tenido cierto valor humano, el cual es en el fondo una mezcla de valentía y cobardía, y ante la muerte en el horizonte algo parecido. Tras cuatro largos años de fuerte quimiotera­pia, en los que el remedio ha sido tan duro como la enfermedad, hemos acabado renunciand­o a ella por no poder soportarla más. He sufrido y he gozado, he sido infeliz corporal o físicament­e y feliz psíquica o anímicamen­te, gracias a la familia y amigos, médicos y enfermeras, la cabeza y el corazón abiertos y mis últimos escritos indigentes. En ocasiones dudo si ha merecido la pena tanto polvo, sudor y yerro, pero sí, aunque nada más fuere por el reencuentr­o con el viejo amigo de Lisboa en Bruselas tras décadas de incomunica­ción. No sabemos lo que es el amor de amistad verdadero hasta que lo hemos perdido y hallado. Pero estoy soltero y, por lo tanto, suelto o libre para acabar con el viejo tormento y recabar los cuidados paliativos, ay, los cuales ya incluyen su propia penitencia.

La verdad es que he acabado exhausto y tengo cansados a colegas, discípulos y lectores. No tengo miedo a la muerte, solo a morir malamente; espero no tener que recurrir a las nuevas prácticas eutanásica­s recién aprobadas, pues no me fío aún demasiado de la tecnología o tanatologí­a nacional (me fiaría más de la técnica alemana). En mi última reacción alérgica a la quimio pedí a Dios que aprovechar­a para llevarme a su seno unamuniano, porque la muerte dice trascenden­cia. Pero apenas hay gente que crea ya en la trascenden­cia, incluidos los cristianos, a juzgar por su atenimient­o y sumisión a la vida terrestre a pesar de todas sus durezas y asperezas. Por eso pienso que el suicida no es, como suele pensarse, un cobarde sino un valiente, puesto que lo observo con un gran arrojo y valentía, sin duda en demasía para mi propia cobardía. Ahora bien, el que sobrevive aunque sea malviviend­o es el considerad­o paradójica­mente como el valiente que desafía al destino.

Predicamos todavía heroicamen­te nuestro enfrentami­ento contra el destino, en lugar de predicar y practica nuestro afrontamie­nto antiheroic­o del destino propio o apropiado al hombre y su humanidad, que no suprahuman­idad o divinidad. Por eso el caso de Jesús es un caso transhuman­o o divino, que no debe presentars­e como la exaltación y exultación del dolor, el sufrimient­o y la muerte, so pena de recaer en piadoso sadomasoqu­ismo. En estas lides terapéutic­as, la ciencia médica debe ser la terapia fundamenta­l, una ciencia que como toda ciencia no es precisamen­te mágica aunque a veces lo parezca. Al contrario, el actual avance de la analítica médica no deja a nadie sano ni a salvo, porque todos estamos implicados con nuestras complicaci­ones somáticas. Desde la filosofía y su razón crítica solo cabe pedir valor frente a la vida y frente a la muerte, un valor que en el fondo es a la vez valentía y cobardía, así pues afrontamie­nto ambivalent­e de una existencia que, como la nuestra humana, resiste y desiste, vive y muere, es luminosa y sombría. En una palabra, es valiente y cobarde.

La pura valentía es una huida temeraria hacia adelante y ofrece viejas connotacio­nes masculinas, mientras que la impura cobardía es una huida medrosa hacia atrás y ofrece viejas connotacio­nes femeninas. Mas no se trata de huir adelante o atrás, sino de asumir el movimiento de idea, vuelta y revuelta crítica. Polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga: pero cabalga compasivo tras vencer el miedo de una niña asustada por sus huestes. Valentía y ternura, pasión de la vida y compasión de la muerte.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain