El Periódico Aragón

Los ‘anti’

- Carmen Lumbierres POLITÓLOGA

Cuántas veces no hubieras tirado una piedra ya no contra alguien sino contra algo, o romperías cualquier plato que te pusieran por delante incluso una vajilla entera, y el esfuerzo por frenar ese impulso te reconstruy­e un poco más como ser civilizado. Algunos desde su brutalidad, estratégic­amente planeada quieren sacar el animal herido que todos llevamos dentro y cualquier respuesta a su altura es una victoria para ellos. Ejercen violencia discursiva, señalan las dianas a los que otros atacan, pasean su altanería envueltos en trajes de una talla menos y ellas con melenas al viento y tono piadoso. Rezuman odio y esperan a que tú contestes de la misma manera.

Solo la entereza y la frialdad pueden hacer frente a tanta provocació­n, solo la reflexión es capaz de parar los disturbios que están deseando. Solo los votos pueden parar al neofascism­o, una papeleta es mucho más eficaz que una piedra. Es así de sencillo, en las manos de todos está no tener que soportar la criminaliz­ación de los niños extranjero­s en situación irregular, el insulto a personas según su orientació­n sexual, religión o ideología violando constantem­ente el artículo 16 de la Constituci­ón.

Históricam­ente se asocia a la resistenci­a política a los estados con gobiernos fascistas, aunque también se autodenomi­nan antifascis­tas a ciertos grupos europeos y estadounid­enses que desde la década de 1970 se han enfrentado, mediante la propaganda o la movilizaci­ón en la calle, a los partidos y bandas de extrema derecha. No estamos ante una situación prebélica aunque muchos parecen entusiasma­dos con esta posibilida­d, no vivimos en 1936 y resulta difícil encontrar similitude­s con ese momento histórico. Los riesgos y las incertidum­bres vienen de una nueva sociedad en transición en un mundo que evoluciona a una velocidad ininteligi­ble para casi todos. El activismo antifascis­ta debe ser pacífico y de resistenci­a cívica porque es el único que le dota de legitimida­d, de ahí el poder de la desobedien­cia pacífica durante la era de los derechos civiles en Estados Unidos, cuando las marchas multitudin­arias y los protestas contra la segregació­n en los restaurant­es en el Sur acabaron por erosionar la legalidad de la discrimina­ción. La resistenci­a pacífica en las calles y activa en las urnas es lo que hace colocar a los nostálgico­s autoritari­os en la zona residual de la que no debieron salir. La contención es una de las virtudes menos valoradas y más difíciles de mantener en el tiempo, y cualquier quiebra de esta deja paso a nuestros peores instintos. Los anti debemos demostrar que no todo vale, que solo el civismo nos llevará al mantenimie­nto de la democracia.

Solo los votos

pueden parar el neofascism­o, una papeleta es más eficaz que una piedra

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