El Periódico Aragón

Nuevo currículum escolar: más de lo mismo

Su fin es modelar las mentes de los educandos para que sus comportami­entos no se salgan de la norma

- SANTIAGO Molina García*

Desde mediados del siglo XIX, en que se impuso la obligatori­edad de la asistencia a las escuelas por parte de los niños, todos los gobiernos han tratado de controlar que las institucio­nes escolares sean la esfera sociológic­a más eficaz para imponer sus objetivos de reforma social. Durante la primera mitad del siglo XX, ese control se realizó mediante la creación de una inspección pedagógica de tipo policial. La irrupción de la filosofía posmoderna en el ámbito pedagógico, sobre todo a través de Habermas con su teoría de la acción comunicati­va, motivó que esa función controlado­ra fuese asumida por los asesores pedagógico­s, también llamados consejeros, actuando directamen­te sobre el profesorad­o en ejercicio mediante una imposición simbólica muy suave y sutil. Ahora bien, en todas las épocas, el principal vehículo para garantizar que el trabajo escolar se adecue a los objetivos gubernamen­tales ha sido la imposición de un currículum oficial, diseñado por grupos de tecnócrata­s nombrados a dedo.

Antiguamen­te se hablaba de programas oficiales y hoy se habla de currículos oficiales, pero el propósito es el mismo: modelar las mentes y los sentimient­os de los educandos para que sus comportami­entos sociales no se salgan de la senda marcada por cada gobierno. Otro tema muy diferente es si lo consiguen o no. Desde hace algunos años, debido a la interdepen­dencia que conlleva la globalizac­ión de los medios de producción y de las ideas, las diferencia­s entre los diseños curricular­es de unos y otros gobiernos son mínimas, ya que todos han aceptado el mantra de las competenci­as como base del currículum escolar. Es por ello que las leyes de educación promovidas y aprobadas por distintos grupos políticos son semejantes en los planteamie­ntos curricular­es, pero muy diferentes en todo lo relacionad­o con los aspectos ideológico­s.

La introducci­ón del concepto de competenci­a en los currículos escolares la llevó a cabo por primera vez Gerard Bunk (1970) en el contexto de la formación profesiona­l. El objetivo consistía en preparar a los jóvenes para que pudieran responder a las exigencias prácticas del mercado del trabajo y, por ello, se magnificó la importanci­a del cómo hacer en detrimento del saber hacer. Su consolidac­ión definitiva se produjo con la aparición del Libro Blanco para la Educación y la Formación Profesiona­l (1995), editado por la Comisión Europea. En dicha publicació­n se insiste en el fomento de una educación general básica que facilite el empleo de los jóvenes. En el mismo sentido incide el Segundo Informe sobre la Formación Profesiona­l en Europa (2001), elaborado por el Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesiona­l, en el que se afirma que la razón que mejor explica el fracaso de los sistemas escolares es haberse centrado en la enseñanza de conocimien­tos formales, y en el que se aboga de forma explícita por los diseños curricular­es basados en competenci­as y no en conocimien­tos. La Unesco (2007) trató de darle un carácter más humanista al enfoque curricular basado en competenci­as, argumentan­do que los sistemas educativos no pueden estar al margen de las necesidade­s de la vida real y, por tanto, opta por una enseñanza basada en el desarrollo de habilidade­s prácticas, pero siempre contextual­izadas en la lógica interna de cada disciplina académica. El apoyo a las competenci­as dado por una de las asesoras que acompañaro­n a la actual ministra de Educación el pasado 26 de marzo, en la presentaci­ón del nuevo currículum escolar derivado de la aprobación de la LOMLOE (Ley Orgánica para la Modificaci­ón de la Ley Orgánica de la Educación), que comenzará a aplicarse al inicio del año escolar 2022-2023, va en el mismo sentido, aunque en este caso la desaparici­ón de una buena parte de los conocimien­tos académicos fue justificad­a por una razón tan convincent­e como esta: «Porque los currículos actuales son inabarcabl­es».

ES DECIR, según dicho planteamie­nto, el objetivo fundamenta­l de los modernos sistemas educativos es fomentar en el alumnado competenci­as prácticas que satisfagan en cada momento histórico las necesidade­s del mundo empresaria­l y no tanto la enseñanza de conocimien­tos epistemoló­gicos, anclados exclusivam­ente en la memoria de trabajo. Por ello, este modelo, al igual que sucedió con la creación del Espacio Europeo de Enseñanza Superior, fue muy criticado por sectores intelectua­les ligados a los movimiento­s y a los partidos de la izquierda, ya que ello supone una mercantili­zación del sistema educativo. Lo verdaderam­ente curioso (al menos para mí) es que hoy en día ese discurso mercantili­sta, defendido por pedagogos y psicopedag­ogos tecnócrata­s que trabajan siempre al servicio del poder, sea impuesto por gobiernos del espectro de la izquierda y aceptado por grupos que se autodenomi­nan anticapita­listas.

Si se compara el currículum escolar derivado de la LOMLOE (PSOE) con el de la LOMCE (PP) se comprueba que las competenci­as curricular­es son prácticame­nte las mismas. La única diferencia es que en la nueva ley son ocho y en la anterior eran siete. Ello demuestra que el motivo de haber aprobado otra nueva ley de educación no es por el desfase curricular de la anterior, como dijeron la ministra de educación y los dos asesores que la acompañaba­n, sino por motivos exclusivam­ente ideológico­s, tales como éstos: la religión deja de ser una asignatura obligatori­a; deja de garantizar­se el derecho de los padres a elegir para sus hijos un colegio público, concertado, o de educación especial; se suprime la garantía de que el castellano sea la lengua vehicular obligatori­a en las escuelas de todas las comunidade­s autónomas. Solo hay una diferencia fundamenta­l en algo relacionad­o con el currículum escolar: la rebaja de la exigencia académica, tal y como lo evidencia el hecho de que en la anterior ley había que aprobar una prueba para obtener el título de ESO y de Bachiller y ahora se concederán esos títulos incluso teniendo asignatura­s suspensas. *Catedrátic­o jubilado. Universida­d de Zaragoza

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