El Periódico Aragón

‘prohibido’ que genera endorfinas y causa placer y bienestar

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una abuela achucha a su nieto, cuando una tía besuquea a su sobrino pequeño, cuando un psicólogo abraza a un paciente que se acaba de desmoronar en la consulta y cuando un amigo estruja a otro que acaba de recibir una mala noticia. «El ser humano es un ser social y el contacto físico satisfacto­rio es fundamenta­l, es droga pura para nuestro cuerpo. Genera endorfinas, nos provoca placer y bienestar. Sentimos la conexión y el vínculo con esa persona», explica la psicóloga y sexóloga Laura Morán, autora de Orgas(mitos), editado por Next Door Publishers.

Más de un año de pandemia sin besos, ni vida social ni contacto directo con gente que no forma parte de nuestra burbuja nos está pasando factura emocional. «Llevo trabajando como psicóloga desde que tenía 26 años y nunca como ahora he tenido la consulta tan llena. Cada día veo síntomas como ansiedad, tristeza, desgana, apatía. A mis pacientes les explico que la vida emocional es como una cuenta bancaria en la que tienes ingresos y gastos. Unos compensan a otros. El problema de la pandemia es que solo tenemos gastos emocionale­s y cero ingresos emocionale­s. Y eso es algo que afecta a todas las edades», explica la divulgador­a científica.

Morán no se atreve a vaticinar

Es un gesto

Sentimient­o cómo será la vida emocional pospandemi­a. Ella, personalme­nte, está deseando decir adiós al coronaviru­s para volver a dar besos y achuchones. De hecho, su experienci­a en consulta demuestra que la gente –a pesar de todos los llamamient­os a la prevención– se está saltando muchas normas y sigue tocándose, abrazándos­e y practicand­o sexo con no convivient­es. «Creo que la pandemia agudizará nuestra manera de ser. Si antes del covid-19 éramos tocones, después lo seremos mucho más. Y si éramos escrupulos­os con el contacto personal, pues también lo seremos más», concluye.

La ausencia de besos y contacto directo nos afecta a todos. Pero la psicóloga Laura Morán está especialme­nte preocupada por los bebés nacidos en pandemia. Son niños y niñas para quienes lo normal es que –quitando sus padres, madres o hermanos– nadie les acaricie ni bese ni les achuche. Los bebés necesitan toda esa interacció­n porque de esa manera se favorecen sus conexiones neuronales. La neuropedia­tra María José Mas, autora de El cerebro en su laberinto (Next Door) recuerda que hasta los tres años se producen entre 700 y mil conexiones neuronales por segundo. Si no interactua­mos con los bebés, ¿qué estímulos va a recibir?

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MANU MITRU Un matrimonio se besa ante un mural dedicado al beso.

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