Igor el Ruso: «Si hubiera querido matar a los guardias civiles les habría disparado a la cabeza»
Comienza en Teruel el juicio por el triple asesinato ocurrido en Andorra Las acusaciones piden la prisión permanente para el paramilitar serbio
Las acusaciones piden la prisión permanente y la defensa solicita que se tenga en cuenta su neurosis de guerra
Con la misma mirada fría y desafiante con la que se mostró el día de su arresto por el triple crimen de Andorra en diciembre del 2017 se presentó ayer Norbert Feher, conocido como Igor el Ruso, en la Audiencia Provincial de Teruel. Su abogado defensor ya se lo advirtió a los miembros del jurado nada más comenzar la vista oral: «Solo le esperan las rejas de una prisión, bien de España, donde afronta la prisión permanente revisable, o de Italia, donde fue condenado a cadena perpetua»; por lo que el asesino confeso llegó a desquitarse y resumir esta tragedia en que todo fue «producto de las casualidades» y de que tenía que proteger la Biblia que llevaba encima. Es su particular misticismo que le llevó a espetar que «el cuerpo es solo un contenedor, nuestra alma es lo importante. Y ella es inmortal» y por el que no hubo espacio a pedir perdón a las familias de las tres víctimas mortales: el ganadero José Luis Iranzo y los guardias civiles Víctor Romero y Víctor Jesús Caballero.
El procesado trató en todo momento de señalar que disparó para protegerse y poder escapar. Fue lo que ocurrió, según explicó, en el caso de Iranzo cuando el joven ganadero se disponía a entrar en una caseta de campo o masico de su propiedad a la que Igor el Ruso había accedido previamente para robar, y que cuando Iranzo trató de escapar, le volvió a disparar. Una de las balas le atravesó el corazón.
Feher reconoció que el segundo tiro fue «ilógico» porque, según su versión, el joven trataba de huir de su atacante. No obstante, se excusó en que escuchó «el sonido del cargador de una pistola» y de ahí su violenta respuesta. «¿Por qué lo hizo si en ese momento no llevaba la Biblia que dice proteger?», le cuestionó visiblemente afectado el abogado de la familia Iranzo, el penalista Enrique Trebolle, recibiendo una escueta respuesta: «era una amenaza». Aseguró que no reparó en saber si lo había matado y que salió huyendo del Mas del Saso al Mas de Zumino, cuya construcción estaba abandonada.
Allí aparcó el coche que le robó a Iranzo para huir hasta que sus otras dos víctimas se pararon para comprobar qué hacía este vehículo en ese lugar. Era ya de noche. En estas explicaciones Feher subió el tono y comenzó a describir los hechos como el exmilitar serbio del que hizo gala en varias ocasiones durante el juicio.
«Ellos bajaron con las pistolas en las manos. Yo me escondí detrás del coche para que no me vieran, a unos 4 metros de distancia, pero empecé a disparar, con las dos pistolas que llevaba, a cada agente, como si fuese una metralleta», aseveró, mientras detallaba que «fue uno y después otro. Yo disparé cara a cara». «No se veía mucho», recalcó al tiempo que afirmó que «si hubiera querido matarlos les hubiese disparado a la cabeza».
También explicó que decidió esperar en lugar de fugarse porque en el interior del masico se había quedado una Biblia de su propiedad «muy importante» para él de la que no quería desprenderse, subrayando que los guardias civiles asesinados «estarían vivos» si la hubiera tenido en sus manos. No vio, según dijo, que los dos jóvenes eran miembros de la Benemérita.
Igor el Ruso negó que les disparara por la espalda y en las partes bajas del cuerpo hasta en 17 ocasiones con la intención de matarles, y que después les rematara cuando se encontraban en el suelo. Fue en respuesta a las preguntas de la representante del Ministerio Fiscal, Carmen Continente, y a los abogados Jorge Piedrafita y Ramón Castro, en representación de varios familiares de los agentes.
Dejando tres cadáveres a su paso, Igor el Ruso trató de huir hacia la Comunidad Valenciana, ya que «allí tiene amigos» porque había vivido en Chirivella y Catarroja, si bien pinchó una rueda del coche. Fue en la carretera de Mirambel, a ochenta kilómetros del lugar del crimen. «Me bajé y cargué todo en la bicicleta para escapar. Pero tuve que pararme a descansar». Allí fue arrestado en un dispositivo en el que ya habían sido activados más de un centenar de guardias civiles.
SUPUESTA AYUDA Igor el Ruso explicó que a finales de septiembre del 2017 llegó a España en bicicleta desde Italia, donde cometió otros crímenes por los que ha sido condenado a cadena perpetua y que en su paso por el Pirineo catalán tuvo un incidente con unos cazadores furtivos que le hicieron temer por su vida. No obstante, nada tenía el parangón de los bombardeos de Serbia. Llegó a decirle a su abogado defensor Juan Manuel Martín Calvente, que tiene un trauma después de aquello. «Me traumatizaron, pero también me hicieron más fuerte. Vi morir a mucha gente a mi alrededor», exclamó.
Otro de los puntos que durante la vista oral trataron de aclarar las acusaciones es si Feher actuó como un «lobo solitario» o recibió ayuda, ya que en la condena italiana se señala que este hombre formaba parte de una banda criminal. Reconoció ante el abogado Mariano Tafalla que estaba a la espera de que le dieran una documentación falsa, pero que en el Bajo Aragón «estaba de paso». El letrado le leyó el largo listado de objeto que los agentes le intervinieron en su momento del arresto que harían inviable la versión de la bicicleta, pero Feher insistió en que «casi todo era de Italia». Hoy sigue el juicio contra este hombre que llegó a tener 23 identidades diferentes y que, tal y como admitió, ha recorrido media Europa con ellas. ¿Qué hacía? «Trabajar en negro», zanjó.