Miranda* Tránsfugas: ¡ojo con la gente sin principios!
El pragmatismo, la corriente filosófica más importante nacida en los EEUU, mantiene que las ideas hay que contrastarlas en la práctica para ver si sirven o no sirven, pero los pragmatistas tenían ideología. Eran progresistas, se proclamaban humanistas, antidogmáticos y confiaban en la ciencia. Creían en el poder de la educación y trabajaban por denunciar las injusticias. Ahora se intenta desprestigiar las ideologías, relativizarlas en aras de un practicismo que lo justifica todo. Así que sobran los programas electorales. Es irrelevante quien te votó y para qué. Y daría lo mismo pensar en el bien común (léase Estado social con un sector público potente como garantía de bienestar de la mayoría) que en el individualismo, el «sálvese quien pueda». Sin principios ni ideología uno es de centro, que queda muy chuli y así pacta con todo el mundo, pero sin saber muy bien para hacer qué. Se decía que era importante ser gente con principios y que el que no los tenía era capaz de cualquier cosa. Y si llegan al poder pueden ser capaces de defender algo y lo contrario. No es muy prudente fiarse de la gente sin principios. No hay dogmas, claro que hay que someter las ideas a la prueba de veracidad, pero primero hay que tenerlas. Pablo Iglesias Posse decía a los socialistas que lo son «no para amar en silencio vuestras ideas, ni para recrearos con su grandeza y con el espíritu de justicia que las anima, sino para llevarlas a todas partes» y también que «No solo hacen adeptos los partidos con sus ideologías, sino con buenos ejemplos y la recta conducta de sus hombres» O sea, hay que tener ideología y traducirla a la práctica. Hay en política demasiados mediocres sin principios y sin otra ideología que la que le cabe en su bolsillo. Renegar de la ideología es el primer paso para el transfuguismo manifiesto o disimulado. *Profesor de la Universidad de Zaragoza