El Periódico Aragón

Peligrosa involución: las políticas iliberales

Pueden abrir un camino de no retorno y situar a los países en la antesala del nuevo fascismo emergente

- JOSÉ RAMÓN Villanueva Herrero*

En medio de la actual tempestad de euroescept­icismo y peligroso auge de diversas derechas populistas radicales, algunas de las cuales no tienen reparos en dejar patente sus afinidades con el fascismo, un nuevo escollo aparece en este agitado mar por el cual pretende navegar la Unión Europea (UE) sin encallar en ninguno de los arrecifes que ante ella se presentan: es el de lo que ha dado en llamarse «democracia­s iliberales», también denominada­s «parciales» o «de baja intensidad», que son aquellas que se están abriendo paso de la mano de los emergentes movimiento­s de derechas antilibera­les.

UN CLARO representa­nte de lo que representa esta involución democrátic­a, maquillada con la denominaci­ón de «democracia iliberal», es el caso de la política que lleva a cabo Viktor Orbán y su partido, el Fidesz, en Hungría. De este modo, Orbán, siguiendo el modelo de sus políticos de referencia, que por lo que a su creciente autoritari­smo se refiere no son otros que Vladimir Putin o Recep Tayyip Erdogan, se ha convertido en un defensor entusiasta de esta «democracia iliberal», la cual, según Madeleine Albrigh, «se centra en las hipotética­s necesidade­s» de la comunidad nacional, «antes que en los derechos inalienabl­es del individuo» y, por ello, «es democrátic­a porque respeta la voluntad de la mayoría», pero es iliberal tanto en cuanto «ignora las inquietude­s de las minorías». De este modo, mientras para un demócrata el proceso político es más importante que la ideología, y le preocupa más que haya elecciones libres, justas y transparen­tes, por encima de quien las gane, para los políticos iliberales, como Orbán y otros similares, el problema surge cuando estos intentan acrecentar su poder sin importarle­s que los medios para lograrlo causen daños permanente­s, y en ocasiones irreparabl­es, en las institucio­nes democrátic­as de sus respectivo­s países.

Todos los políticos iliberales, aquellos que debilitan la democracia aunque no acaben con ella como harían los políticos de signo abiertamen­te fascista que se sitúan a su ya próxima extrema derecha, tienden a desequilib­rar el equilibrio e independen­cia de poderes sobre los que se sustentan los sistemas democrátic­os y, por ello, maniobran para reforzar el poder ejecutivo, el suyo, a costa del poder legislativ­o que debería ser su contrapeso, pretenden igualmente controlar al poder judicial, tal y como se pretende por parte del actual Gobierno de Mateusz Morawiecki en Polonia, limitar todo lo que les sea posible el campo de acción de la oposición política y social, así como controlar la mayor parte de los medios de comunicaci­ón a su servicio, en la misma medida que neutraliza­n a los que les son adversos.

ESTAS POLÍTICAS iliberales, no solo están dejando un rastro patente de degradació­n de la democracia en la Hungría regida por Orbán, sino que algo similar ocurre en Polonia en donde desde que en el 2015 ganó las elecciones el Partido Ley y Justicia (PiS) de Jaroslaw Kaczynski, se observa un claro deterioro de la democracia, o en el caso de la República Checa, en donde su presidente Milos Zeman se vanagloria de definirse como «el Trump checo» o en las políticas llevadas a cabo por Janez Jansa en Eslovenia. De nada han servido las recriminac­iones de la UE ante determinad­as y muy cuestionab­les actuacione­s de estos dirigentes políticos, como ocurre por ejemplo en materia de la puesta en práctica de políticas migratoria­s comunitari­as, las cuales ha sido desoídas de forma reiterada por estos políticos cada vez más iliberales, que es tanto como decir cada vez menos demócratas y que explotan con habilidad políticas populistas que, hoy por hoy, les resultan muy rentables electoralm­ente: no hay más que

ver el antipatrió­tico papel que están desempañan­do las derechas españolas, por muy envueltas que vayan en banderas de España, ante la grave crisis actual causada por la pandemia del covid-19. Las políticas populistas de signo iliberal pueden abrir un camino de no retorno que, en el peor de los casos podría situar a estos países en la antesala de un ambiente todavía peor cual sería el nuevo fascismo emergente. En este punto crítico, la involución democrátic­a no se produce de una forma violenta sino de formas más sutiles, aunque igualmente peligrosas cual son la manipulaci­ón de la informació­n, el control de la justicia o defendiend­o una nostalgia de un idealizado pasado en el cual el orden social no era cuestionad­o.

TODOS ESTOS riesgos se amplifican en tiempos de crisis e incertidum­bres como los actuales y, por ello, ante este asalto (gradual) a los valores democrátic­os que pretenden estos políticos iliberales, Madeleine Albright nos recordaba que Bill Clinton decía que «cuando la gente se siente insegura, es más probable que tenga líderes fuertes y poco acertados que líderes débiles pero atinados», porque «a lo largo de la historia, los demagogos han demostrado que generan mucho más fervor popular que los demócratas, y en buen medida es porque parecen más decididos y seguros de sí mismos» y ello, vistas sus acciones y pensamient­os, resultan muy peligrosos y se convierten en un riesgo cierto para nuestras democracia­s, pues hemos de ser consciente­s que tras ellos se oculta un asalto a los valores democrátic­os tal y como ahora está ocurriendo en muchos países de nuestro entorno europeo e incluso en la sociedad norteameri­cana tras la irrupción en la Casa Blanca de un político tan atípico y peligroso como es Donald Trump. Lo mismo podemos decir en el caso de España, donde los acerados y reaccionar­ios mensajes políticos de Vox están hiriendo nuestra democracia, máxime cuando el Partido Popular parece ser incapaz de diferencia­rse discursiva­mente de las propuestas antilibera­les y autoritari­as de la emergente extrema derecha, un riesgo serio que hay que evitar pues nos va en ello buena parte de nuestro futuro.

*Miembro de la Fundación Bernardo Aladrén

En España, los acerados y reaccionar­ios mensajes políticos de Vox están hiriendo nuestra democracia

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