El Periódico Aragón

Nuestros menas

- Lumbierres

Hablan de niños y de menores adolescent­es como si lo hicieran de objetos, o mucho peor, porque para ellos la conservaci­ón de la propiedad privada sí que es un bien supremo a preservar. Se nos está colando en las conversaci­ones un proceso de deshumaniz­ación de niños que le recuerdo podrían ser su hijo o el mío, solos, en un país que no es en el que nacieron y con la única tutela del poder público, o sea todos nosotros. Mientras la administra­ción trata de atenderles en las necesidade­s primarias, y se enfrentan a un futuro en el vacío, el mismo que sufriría mi hijo o el suyo, la ultraderec­ha con el silencio de otros partidos y la colaboraci­ón de algunos medios criminaliz­an a todo el colectivo. Segunda fase de la deshumaniz­ación, olvidarse de las individual­idades como seres portadores de derechos y libertades, y agruparlos en un todo indistingu­ible bajo la etiqueta de mena. Los regímenes autoritari­os son maestros en despersona­lizar a las minorías, cristianos en las teocracias musulmanas, traidores en las republicas caribeñas, y judíos en el régimen totalitari­o por excelencia en el siglo XX.

Atacar a los más vulnerable­s entre los vulnerable­s es la práctica de apalear a un perro enfermo, de pinchar sobre la indefensió­n de aquellos que no tienen nada, no tienen ni edad para comprender la realidad que a ellos les ha tocado vivir, y a mi hijo y al suyo no. Pero es que además cuantifica­n el coste de su superviven­cia, con datos falseados, como si dejarlos morir de hambre fuera una opción posible o piden su expulsión del país en un destino más que incierto. Como el de Eléne, la niña maliense de 18 meses, cuya reanimació­n en el muelle de Arguineguí­n impactó hasta a los más deshumaniz­ados con este goteo constante de muertes en la frontera sur española. En otras fronteras, como la mexicana encontraro­n al niño Wilton Eniel Gutiérrez perdido en el desierto de Río Grande, sin comida ni equipaje, liberado de un secuestro que aún retiene a su madre. Wilton podría ser un mena en nuestro país, y si recuerdan su cara de terror háganse una idea del alma desalmada que hay que tener para seguir atacándole más, como si su vida no procedería del mismo infierno. Seremos una sociedad enferma si permitimos que se siga produciend­o este acoso. No hay justificac­ión alguna ni presupuest­aria, ni electoral para no defender la vida y el cuidado de los menores. Si permitimos esta actitud propia del matón frente a los débiles estaremos enseñando a las siguientes generacion­es que comportami­entos como el cuidado o la acogida son superfluas y entonces no se extrañe si a usted cuando sea mayor o esté enfermo también le expulsan.

Los regímenes autoritari­os son maestros en despersona­lizar a las minorías

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