‘Lobbygate’
Jaque al reino, again. Cameron vuelve a la carga y a los titulares de todos los tabloides europeos, cinco años más tarde de su salida del Gobierno, al dimitir como primer ministro tras el sí a la salida de la UE en el referéndum sobre el Brexit, del que fue su principal artífice. Hoy, la cosa va de amistades peligrosas, las que empezó a sostener con algunos círculos empresariales como la firma financiera Greensill, incluso antes de su dimisión, pues la empresa con la que el expremier protagoniza el escándalo en estos días (de la que ha sido consejero geopolítico en los últimos años), entró en la administración británica en el 2011, tiempo en el que alguno de los encargados de compras del gobierno de Cameron, simultaneaba esa actividad con la de asesor de la misma financiera. Todo por la pasta. Misiones empresariales, wasaps, llamadas, copas con diferentes ministros del gabinete de Johnson en busca de préstamos y avales extraordinarios para la firma a la que representaba antes de quebrar en marzo. Y todo, sin importarle ni el fondo ni las formas, y mucho menos el destino político y la credibilidad de aquellos que una vez fueron los suyos, y al margen del Registro de Grupos de Presión que se fundó bajo su mandato, y con la garantía de transparencia, al ser un empleado de Greensil y no un operador externo. Anomalías del sistema que posibilitan los tráficos de influencias, conductas que Cameron pretende justificar con la urgencia de la situación de la pandemia. Investigación parlamentaria bien dirigida (encargada a un afín de los conservadores), actitud colaborativa del implicado, y en pocos meses, la cosa olvidada, aunque ello represente un nuevo jaque a la legitimidad del Partido Conservador y de un país como el Reino Unido.
*Periodista y profesora de universidad