El Periódico Aragón

La ancianidad que viene

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El impacto causado por el covid-19 ha sido terrible en el entorno más vulnerable, el de las personas ancianas, tanto en la altísima mortalidad sufrida en las residencia­s como en las condicione­s en que se encuentran quienes han sufrido la pandemia en su hogar. Esta circunstan­cia ha puesto sobre la mesa el cuidado de los mayores, un debate de alto contenido ético que toda sociedad debe plantearse, tanto en lo que se refiere a su salud como a la propia calidad de vida. La histórica falta de financiaci­ón del sistema de dependenci­a, aun a pesar de la ley que la regula, provoca, por ejemplo, que en España haya más de 230.000 personas dependient­es sin prestación y casi 150.000 a la espera de ser valoradas, sin contar con que las ayudas son precarias y muy raramente sirven para paliar los déficits de asistencia.

Esta es la situación actual, en la que también se contempla que más del 85% de los cuidadores son familiares. Las perspectiv­as, no obstante, son peores y conviene que las administra­ciones actúen en consecuenc­ia, previendo que la generación de los babyboomer­s llegará en la próxima década a la senectud. Estamos hablando de que el sistema tendrá que atender, en menos de 20 años, al doble de personas que en la actualidad, con una cifra que, según los cálculos demográfic­os, ya será de 2 millones de ancianos en 2030. Las circunstan­cias en las que esta generación (los nacidos entre 1958 y 1977) vivirá la llamada tercera edad serán, pues, distintas a las de hoy. Serán muchos más, habrá más dificultad­es en el acceso o en la conservaci­ón de la vivienda, tendrán una menor cobertura familiar, contarán con menos ingresos para hacer frente a sus necesidade­s, el pago de las pensiones será complicado y, con las restriccio­nes a la inmigració­n, también habrá menos personas que puedan intervenir en el sistema de cuidados.

Todo ello genera reacciones en las distintas administra­ciones públicas, consciente­s de la problemáti­ca. El Gobierno, por su parte, ha impulsado un plan de choque, de común acuerdo con autonomías y agentes sociales, que implica una inversión en tres años de 3.600 millones de euros con el objetivo prioritari­o de reducir las listas de espera e introducir avances en los servicios y prestacion­es. La administra­ción central calcula llegar a un porcentaje de financiaci­ón del 26,5% para paliar los recortes promulgado­s por el PP, pero aun alejado de la cifra prevista por la ley.

El envejecimi­ento de este sector de la ciudadanía, en la generación con mayor número de individuos, más allá de provocar cambios en la pirámide poblaciona­l afectará sensibleme­nte a la economía y a la distribuci­ón de la riqueza. Conviene salvaguard­ar los derechos básicos del Estado del bienestar para evitar un aumento de la desigualda­d y, especialme­nte, la conservaci­ón y defensa de la dignidad en una sociedad que, como hemos visto y sufrido, no puede permitirse dejar de lado a los mayores.

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