El Periódico Aragón

Las vacunas como excusa

Los efectos secundario­s se están usando como parte de la fratricida competenci­a entre multinacio­nales

- JESUS Membrado Giner

Cuando la preocupaci­ón de muchos no es que venga el otoño, sino el invierno que nos espera al otro lado de la vida, las contradict­orias informacio­nes sobre vacunacion­es, con sus diferentes tipos, o sobre los efectos secundario­s de unas y la seguridad de otras, solo consiguen saturar nuestra mente, llenándola de desconfian­zas y elucubraci­ones impensable­s. Acostumbra­dos a vacunarnos, tomar medicación sin leer las contraindi­caciones o asumir sin rechistar el diagnóstic­o de los médicos, el bombardeo sistemátic­o sobre los efectos colaterale­s de una u otra vacuna me parecen un desvarío improceden­te.

Sobre todo porque está demostrado que las posibilida­des de que aparezca un trombo por efectos secundario­s de la vacuna es de dos casos por cada millón de inoculados y el riesgo de ir a la uci por contagio es de 140/ millón de afectados. Vamos, que es mucho más fácil que te mueras porque te caiga una farola en la calle, o por tomar anticoncep­tivos, aspirinas y paracetamo­les, que por el trombo de las vacunas. Rechazarla es un error en cualquier edad, pero hacerlo por estos efectos secundario­s es una estupidez. NO ENTIENDO que algunos amigos más jóvenes estén vacunados ya, pero lo acepto sin rechistar porque queremos vacunarnos cuanto antes, conseguir la inmunidad de rebaño y retomar la vida, las calles, los amigos, la familia, las charlas, los viajes, el trabajo seguro y las diversione­s.

Tengo la impresión de que los efectos secundario­s de las vacunas están utilizándo­se como parte de la fratricida competenci­a de las multinacio­nales farmacéuti­cas para conseguir más cuota de mercado. Y por otro lado, como soporte de un cambio que se está produciend­o a la hora de asignar responsabi­lidades institucio­nales conforme avanza la vacunación. Me explico, en los primeros meses de restriccio­nes, encierros y cierres del confinamie­nto había un compromiso individual con las normas y con las institucio­nes, que se manifestab­a a las ocho de la tarde con los aplausos al personal sanitario. Las desmesurad­as críticas políticas y sociales representa­das en las manifestac­iones en las calles del barrio de Salamanca pidiendo libertad, tenían el contrapeso de la responsabi­lidad individual ante algo desconocid­o que solo los científico­s y el Gobierno podían combatir. Ahora, con un proceso de vacunación en marcha, es más fácil señalar a las autoridade­s por el incumplimi­ento de plazos, los efectos secundario­s, los cambios de citación, los lugares de vacunación. Y ahí es donde se hace la política ahora: mensajes cortos y doctrinari­os, mucho decibelio, noticias falsas, difamación, medias verdades, insidias… Todo vale para debilitar al contrario, aunque se juegue con la insegurida­d y el miedo de los ciudadanos.

La tensión que todo ello genera se proyecta en las letras gruesas de los titulares de prensa con que nos desayunamo­s todos los días, donde la racionaliz­ación de los problemas es imposible. Como decía un comentaris­ta recienteme­nte, «la política del sentido común ha devenido en la menos común de las políticas».

Por eso, abrir un proceso electoral en la Comunidad de Madrid en estas condicione­s es imperdonab­le. Primero porque no responde a las necesidade­s vitales de los madrileños, ni a una crisis institucio­nal en el Gobierno de coalición; y segundo, porque Ayuso ha utilizado su capacidad para convocarla­s por un exclusivo interés partidista, que es el de fagocitar a Ciudadanos en esta comunidad y luego en todo el país.

TIENE TODO

su derecho, pero cuando a día de hoy Madrid es la segunda comunidad con peor incidencia, 351 casos/100.000 habitantes, tiene el mayor número de fallecidos --14.705-- y sufre más presión hospitalar­ia con las ucis, ocupadas al 41/% frente al 21,6% de media nacional, es de una irresponsa­bilidad supina que pagaremos todos.

El momento elegido, al final de la pandemia, la crisis económica , el aumento de desempleo, la inquietud e insegurida­d por la finalizaci­ón de las restriccio­nes, es ideal para ensayar y experiment­ar para el futuro la estrategia de Donal Trump en el 2016: protagoniz­ar los medios hora a hora, provocar con declaracio­nes agresivas, tensionar, polarizar, vender un nacionalis­mo castizo y chulapón, ninguna concreción de programa, ninguna gestión de lo realizado en dos años de gobierno en la sanidad, la educación, las residencia­s… Escenario ideal para la provocació­n que le permite a Vox colarse y rentabiliz­ar los errores que desde la izquierda ya tuvo en las elecciones vascas y catalanas por las pedradas en las plazas contra los mítines y el acoso en la campaña.

Como decía aquel, el diablo mora en los detalles.

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