La cara y la cruz de vivir en el Casco Histórico de la ciudad
Sus vecinos disfrutan de unos servicios y una oferta de ocio muy completa y variada, pero soportan el tráfico y el ruido contantes
Los vecinos del centro de cualquier ciudad podrían considerarse unos privilegiados. Gozan de servicios y alternativas de ocio, sus calles suelen estar más cuidadas y mimadas que las de los barrios consolidados, pero también tienen sus desventajas. O no. Porque soportan mayor volumen de tráfico o la algarabía que llega de los locales de fiesta, de las terrazas de los bares, ahora más llenas que nunca. Todo depende del gusto de cada uno.
En Zaragoza, el Casco Histórico se ha ido transformando continuamente y sin seguir una pauta concreta. La última vino de la mano de las obras del tranvía que cambió por completo la movilidad de los zaragozanos y alteró parte del urbanismo. Le vino bien al eje norte-sur porque se renovaron calles enteras.
Ahora vuelve a estar de obras. La plaza Santa Engracia será estrenada en breve y la de Salamero, que será la primera supermanzana de la ciudad, lo hará en otoño del 2022.
Desde la Asociación de Vecinos San Miguel celebran los proyectos que están por llegar, como la reforma de la calle San Miguel, que pasará a ser una plataforma única con el tráfico rodado limitado. Desde la entidad no acaban de tener muy claro si esto es bueno o malo. Por un lado admiten que embellece el entorno, pero por el otro aseguran que afecta a los comercios de la zona. «La gente quiere llegar a los sitios en coche para poder cargar sus bolsas», resumen.
La realidad es que muchos son los locales que han echado la persiana. Algunas tiendas míticas, de las de toda la vida, no han logrado soportar las consecuencias del coronavirus, los meses de confinamiento en casa y la crisis económica que acompaña a la pandemia.
Pero no todo es maravilloso en el Casco Histórico y el Centro, donde se convive entre luces y sobras. En los alrededores de Pignatelli y
Zamoray-Pignatelli necesita de un plan conjunto para expulsar a los okupas
Zamoray sus vecinos están hartos de vivir rodeados de okupas, de ver cómo sus calles se degradan lentamente. Ahora hay un plan que busca darle nuevos aires al entorno y con una primera e inminente actuación, como es la mejora de la iglesia de Santiago el Mayor y la plaza San Lamberto. Urbanismo pretende convertirla en la entrada al barrio, llenarlo de vida para que sea atractivo y abran nuevos comercios.
OKUPACIÓN Pero la okupación es un problema importante a salvar, y complicado, que depende de la implicación de muchas instituciones. Desde Calles Dignas llevan meses peleando para ser escuchados, para lograr avances, pero más allá del sellado de determinados solares y viviendas que se habían convertido en narcopisos, no se ha hecho mucho más, denuncian.
En lo relacionado con la Movilidad y el transporte público no hay queja que valga. Sus vecinos están expectantes sobre los cambios que llegarán en los próximos años ya que el consistorio quiere crear zonas de tráfico calmado o, directamente, restringir la entrada de los vehículos más contaminantes al centro.
San Pablo es la zona más degradada y no tiene nada que ver con los alrededores de la puerta del Carmen. Por esta zona, sus vecinos lo que reclaman es un centro cívico. Ahora se conforman con el de mayores, cuyas salas son utilizadas por diversas entidades y colectivos, explican desde la Asociación de Vecinos Puerta del Carmen.
«Llevamos años reclamándolo y no llega. Ahora tenemos una oportunidad, como es el colegio Jesús y María, pero a ver qué sucede con este tema», explican.
Desde esta entidad rechazan la peatonalización de las calles que se encuentran entre la histórica puerta del Carmen y la avenida Goya. «Es verdad que hay mucho tráfico, y también un excesos de buses, pero tenemos la suerte de que periódicamente se adecuan las calzadas, aunque sea por tramos», añaden. La última ha sido esta semana en Cortes de Aragón y la calle del Carmen. «Con tanto coche cada dos por tres hay baches», lamentan.
El ruido es otro de los principales problemas de los céntricos vecinos. La pandemia ha cerrado los bares de ocio, que tantas molestias les generan a altas horas de la madrugada, cuando los jóvenes cierran los locales y se despiden antes de que salga el sol. Sin embargo, ha surgido otro nuevo fenómeno, las terrazas en las calzadas.
«Entendemos que son necesarias, pero están muy próximas a las viviendas y restan muchas plazas de aparcamiento en unas calles en las que ya de por sí es complicado encontrar estacionamiento», señalan desde la asociación.
Si de algo carecen es de zonas verdes. Salvo los que tienen la suerte de vivir próximos a la ribera del Ebro, el centro de la capital no ofrece rincones verdes, y tampoco hay espacio libre para hacerlo. Para compensarlo, el consistorio ha adecuado la plaza de los Sitios y también tiene un proyecto para mejorar las riberas del Huerva que depende de que lleguen fondos de Europa.
La falta de grandes espacios verdes es una de las principales carencias