Conciliar el carácter alternativo con el comercial fundamentó el proyecto de la galería Pata Gallo de Zaragoza, puesto en marcha por Concha Orduna y Sergio Abraín entre 1978 y 1980. Una propuesta acorde con el cuestionamiento del mercado del arte y de la
Hasta Zaragoza llegaron los ecos del artista Ocaña, protagonista de la película de Ventura Pons Ocaña, retrato intermitente (1978) que dio a conocer internacionalmente a uno de los referentes del underground de Barcelona, símbolo de la resistencia de la represión franquista. Anarquista, homosexual y transformista, el pintor José Pérez Ocaña que en 1971 llegó a Barcelona desde Cantillana, el pueblo de Sevilla donde nació en 1947, se convirtió en Ocaña, personaje de voz disidente que ocupó las calles con acciones irreverentes y humor desafiante. En octubre y noviembre de 1979 se presentó en Zaragoza.
No pasó inadvertida su instalación Incienso y romero que invitaba al público desde la calle. En el catálogo Sergio Abraín. Pata Gallo y Caligrama. Espacios de una década, 1978-1988 (Palacio de Sástago, 2008), Paco Rallo recuerda que Ocaña llegó a Zaragoza con sus obras en la furgoneta del grupo teatral El Grifo, y realizó una pintura mural a modo de valla publicitaria sobre un muro del solar frente a la galería con ayuda de los niños del barrio, la mayoría gitanillos a los que Concha Orduna les escribía emotivas peticiones de ayuda en los cartones que arrastraban por las calles. Los farolillos que adornaban la fachada de Pata Gallo daban entrada a la instalación que reconstruía un velatorio con la novia difunta en su ataúd, rodeada de plañideras, angelotes y vírgenes, ramas de ciprés y hojas de platanero secas, todo aromatizado con fuerte olor mezcla de incienso y romero. El ambiente se completaba con una numerosa selección de cuadros y dibujos; y una mesa con rosquillas y aguardiente como corresponde a los ritos populares de los velatorios de su Andalucía.
«¿A quién no le gusta la sensibilidad de Ocaña, esa capacidad infinita de creación? Ocaña es inagotable en sus figuras, en sus ojos rasgados, casi achinados... En las figuras de Ocaña, estrafalario, provocador, vivo, hay una personalidad profunda y una constante. Todo el aparato popular, todo el folclore de la vida, de la muerte, de la religión, que son una verdad como la copa de un pino, y que Ocaña recoge hasta los mínimos detalles (...). Un día de estos, por la calle, la gente volverá la cara, para ver un farandulero, una especie de travesti que recorrerá el paseo de la Independencia con su abanico y sus vestidos de flores. Pocos reconocerán en él a ese gran artista que Ocaña lleva dentro», escribió Manolo Padrós en Aragón/Exprés. No sé si Ocaña se paseó travestido por las calles de Zaragoza, quizás le pareció que solo serviría para hacer reír y no era ese su propósito aunque muchos, la mayoría, lo creyeran así. Lo que había empezado siendo una estrategia para darse a conocer como pintor se convirtió muy pronto en acciones que reivindicaban libertad política y sexual. Su gran escenario fueron las Ramblas de Barcelona, pero no el único. En 1977 participó en la primera manifestación gay celebrada en Barcelona y en España, bajo el lema «Libertad sexual, amnistía total»; en las Jornadas Libertarias Internacionales celebradas en el Parque Güell; y en el festival de Canet Rock. Ventura Pons filmó el documental que tanto éxito tuvo en los Festivales de Cannes y en la Berlinale, donde se proyectó en 1978. La exposición Ocaña (19731983): Acciones, actuaciones, activismo, que Pedro G. Romero dirigió en la Virreina en el 2010, es imprescindible para recuperar la voz disidente e incómoda de Ocaña quien, en la actualidad, continúa siendo motivo de estudio, análisis y resignificación; así lo planteó Rafael M. Mérida en el libro Ocaña. Voces, ecos y distorsiones