El Periódico Aragón

El ayusismo, Sánchez y el cadáver de Cs

La popular Díaz Ayuso, que hace sombra a Casado, sale hacia las urnas como favorita La presidenta y el PSOE, con Sánchez a la cabeza, se disputan los ‘restos’ naranjas

- GEMMA Robles

Arranca la campaña electoral en Madrid, aunque quien lea estas líneas pueda tener la sensación de que se le está haciendo eterno antes del comienzo oficial. La archiconoc­ida (su principal éxito) Isabel Díaz Ayuso decidió en marzo adelantar elecciones para responder en su nombre, en el de su jefe Pablo Casado y, según ella, también en el de los madrileños, a un supuesto bombardeo de mociones de censura de PSOE y Ciudadanos. Algo de verdad había en todo eso: que los socialista­s habían presentado varias mociones en distintos territorio­s del país con intención de sustituir gobiernos del PP. Y que lo hicieron con ayuda de Cs… pero solo en Murcia, donde la operación resultó un fracaso político para sus impulsores, por cierto. Y una vergüenza para todos los demás, dado que los populares salvaron la bola de partido comprando voluntades y alentando tránsfugas a cambio de sueldos gubernamen­tales. Todo un ejemplo del enorme precio, literal y en reputación, que pueden tener las estrategia­s políticas low-cost.

El caso es que Ciudadanos, hasta entonces socio gubernamen­tal de Ayuso, no llegó a avalar ninguna moción de censura socialista en Madrid, como tampoco lo hizo en León, donde el PSOE presentó sin éxito otra. Pero da lo mismo. Ayuso sostuvo, sostiene y sostendrá que esa era la verdadera intención de Inés Arrimadas y de su líder madrileño, Ignacio Aguado, y que eso resulta suficiente para justificar lo que hizo, esto es, romper su coalición y convocar comicios en plena pandemia aun sabiendo que en dos años, al terminar la legislatur­a vigente, la ley regional obliga a sacar de nuevo las urnas. Mambo electoral continuado. Con su movimiento zarandeó también al Gobierno central, del que salió el vicepresid­ente Pablo Iglesias rumbo a los mítines a plantarle cara a la favorita en las encuestas y al «fascismo». Su objetivo, según el propio Iglesias, es despertar a la izquierda hibernada en el cinturón rojo madrileño y sumar fuerzas con socialista­s y los herederos de Manuela Carmena e Íñigo Errejón.

La conclusión es que entre medias verdades y excusas variopinta­s, y al calor de la más que cuestionab­le apuesta socialista por las mociones hacia ninguna parte, Ayuso vio la ocasión de alumbrar el ayusismo: ella como candidata, claro, pero también ella como nuevo referente de un PP en horas bajísimas bajo la batuta de Pablo Casado. Ella como capitana de la derecha sin complejos, provocativ­a en el fondo y excesiva en las formas. Ella como posible reclamo también para el votante de Vox. Ella como contestata­ria oficial a la regla general (especialme­nte si llega dictada por Pedro Sánchez); como musa de jóvenes rebeldes hartos ya de estar hartos de cumplir normas y restriccio­nes.

LA MERIENDA NARANJA Pero por encima de todo, ella es figura de culto entre comerciant­es, hosteleros y pequeños empresario­s (y no solo en Madrid) por haber defendido sus intereses por encima de los picos más altos de las curvas víricas, obviando lo que eso significab­a. Su salvemos la economía es ya el emblema de una nueva estirpe (muy nutrida, según avisan los sondeos) que ha puesto la carne de gallina a otra parte sustancial de la sociedad, con los mal tratados y peor atendidos sanitarios a la cabeza. Esa actitud le ha valido al recién nacido ayusismo el apellido de neoliberal, que quizá no llegue a emparentar directamen­te con un Tea party a la madrileña, pero sí le pone en bandeja una castiza merienda en la que el chocolate, pero también los churros, los va a pagar íntegramen­te Ciudadanos, que está en las últimas. Apenas hay alguna encuesta en estos momentos de inicio de campaña que le conceda a los naranjas, por más que le pese a Arrimadas, algo más que la duda de si entrarán o no en la Asamblea. El efecto Edmundo Bal como candidato sustituto del cuestionad­o Aguado no funciona. La crisis de su partido, sobre el que el PP ha lanzado una OPA de lo más hostil y que pierde por las esquinas dirigentes y apoyo público, es un huracán que amenaza con llevarse por delante la representa­ción lograda en Madrid hace un par de años. Y ya veremos si también a la jefa nacional de Cs.

El último sondeo de GESOP para El Periódico de Catalunya y el resto de diarios de Prensa Ibérica, apunta a que si las elecciones se celebraran hoy los naranjas no alcanzaría­n al 5% de voto necesario para tener representa­ción en el Parlamento, pese a los 26 escaños cosechados en 2019. Esos 26 escaños, según esta encuesta, pasarían directamen­te a alimentar al ayusismo, que rozaría los 56-57 parlamenta­rios (partiendo de 30) y alcanzaría la mayoría absoluta con la ultraderec­ha. Ángel Gabilondo, sin embargo, perdería algo de fuelle y no lograría sumar con Más Madrid –que sigue subiendo escalones– y Podemos, que no remonta pero tampoco cae empujado por Iglesias. La izquierda, campaña mediante, no logra la enorme movilizaci­ón que necesita para cambiar pronóstico­s. Tiene 15 días por delante para intentarlo.

LOS GALONES PRESIDENCI­ALES En este contexto se inicia una campaña con tintes de interés nacional no tanto porque Ayuso insista en que Madrid es el centro del universo,sino porque los líderes de la política así lo han querido. En esta línea, la presidenta ignora a todos

los demás candidatos y fuerza mensajes dirigidos única y exclusivam­ente a confrontar con Pedro Sánchez. Como si de la lideresa de la oposición se tratara.

Sánchez, sorprenden­temente, ha optado por coger el guante de Ayuso y volcarse en el barro electoral madrileño, llegando a entrar en el tú a tú que los populares le proponen… una decisión que se achaca a su entorno de asesores de Moncloa. Sin embargo el presidente, con su presencia, parece querer transmitir al socialismo madrileño lo que está en juego y levantar de la silla a posibles abstencion­istas. ¿Lo logrará? Veremos. Cuenta atrás hacia las urnas.

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Gabilondo, ayer, en el arranque de la campaña socialista.
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El líder de Poddemos, Pablo Iglesias, en Alcalá de Henares.
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VÍCTOR LERENA / EFE

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