Ayudas compensatorias para la cultura
Antes de otorgarlas es necesario establecer, de forma democrática y transparente, un orden de prioridades
Este virus traidor que nos ataca por las rendijas más insospechadas, además de enfermedad y muerte, ha causado la ruina de importantes sectores productivos en los que trabajan millones de personas. Se puede discutir qué proporción de responsabilidad cabe atribuir a la pandemia en cuanto tal y cuánta a la gestión que han hecho los gobiernos de la misma. Personalmente, creo que esa delimitación de la culpa resulta muy difícil de cuantificar.
En lo que parece existir más unanimidad es en la obligación que tienen los gobiernos de ayudar a los industrias más afectadas, aunque solo sea con la intención de contribuir a que no desaparezcan, ya que un desempleo excesivamente desmesurado puede transformarse en un peligroso problema social, susceptible de alterar el orden público o de producir una importante alteración de los valores democráticos. Por desgracia, la lista de sectores afectados en nuestro país es inmensa, siendo uno de ellos el relacionado con la cultura. Por eso, los productores, los distribuidores y los creadores culturales demandan a los gobiernos ayudas económicas para subsistir. Me consta que hay ramas económicas en las que resulta fácil elaborar un orden prioritario para la percepción de esas ayudas, cosa que no ocurre en el ámbito de la cultura.
La primera fuente de incertidumbre proviene de la dificultad
Kroeber «aquellos sectores de actividad organizada con fines lucrativos que tienen como objeto principal la producción, la reproducción, la promoción y la comercialización de actividades de contenido cultural» (Unesco, 2009).
Quienes reivindican las ayudas económicas del Gobierno se han olvidado olímpicamente del importante papel social de las instituciones escolares en la promoción
La cultura popular