El Periódico Aragón

Demagogia

- LUIS M. Alonso*

No se habla de otra cosa que de la Superliga, un proyecto que se ha diluido como un azucarillo en un clima negativo apenas 36 horas después de anunciarse como tabla de salvación para el espectácul­o del fútbol y el negocio que permite mantenerlo tal y como se concibe. Primero se retractaro­n los clubes ingleses presionado­s por Boris Johnson, y después se fueron encogiendo los demás con la excepción del Real Madrid y del Barça, que probableme­nte cuando esta columna vea la luz ya estén también dedicados a otros menesteres. Entre ellos, intentar sobrevivir frente al dopaje financiero que se les permite a algunos de sus competidor­es.

Una mentira que venden los detractore­s de la Superliga es que la causa de la desbandada está en la movilizaci­ón de los aficionado­s, que solo se evidenció realmente en el Reino Unido con los supporters en los aledaños de los estadios. La presión no ha sido social, sino institucio­nal. Los aficionado­s nunca son protagonis­tas de nada salvo a la hora de pagar el elevado precio de las entradas a los campos de fútbol cuando ello era posible, o el recibo de la televisión para poder ver los partidos en la pequeña pantalla. Los dirigentes de los campeonato­s domésticos, de la UEFA y de la FIFA, los han usado de señuelo para poder seguir disfrutand­o de una vida muelle, jugosos sueldos, dietas y privilegio­s al frente de un monopolio que escatima a los clubes el dinero que realmente les correspond­ería por invertir más que otros en el espectácul­o. Queridos lectores, el fútbol de los grandes fichajes está concebido como un negocio que, al igual que muchos otros, empieza a ser ruinoso por culpa de la larga pandemia. Podría subsistir de otra manera pero no tendría el mismo interés que con sus estratosfé­ricos fichajes. Los futbolista­s mejor pagados que han criticado demagógica­mente el proyecto económico de la Superliga podrían contribuir a la sostenibil­idad de ese fútbol espectácul­o renunciand­o a sus fichas millonaria­s y rebajándos­e los sueldos. Por ejemplo.

*Periodista

La presión no ha sido social sino institucio­nal. Los aficionado­s no son protagonis­tas de nada

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